(este relato lleva más de tres años en un cajón. Allá va)
Ella entró en el café y dejó tras de sí el tintineo del carillón que colgaba tras la puerta. Comenzó a buscarle con la mirada. Fue fácil encontrarle, no había nadie más en las mesas. Caminó presurosa hasta él. Sonrieron.
-Siéntate - dijo él ofreciéndole la silla que quedaba al otro lado de la mesa.
Antes de hacerlo ella se inclinó y le dio un beso en la mejilla. Luego se desprendió del gorro, de los guantes, de su abrigo, y tomó asiento de forma atropellada.
-Hola. Ha pasado tanto tiempo... ¿Por qué ahora?
-Aquí es donde solía venir a escribir ¿sabes? - dijo él-. Me sentaba en esta mesa, me pedía un café tras otro y escribía sin parar. Eran buenos tiempos. Estoy tomando un capuccino, te pediré el especial de la casa, ya verás, Lou hace un un café que no vas a olvidar en lo que te queda de vida.
Levantó una mano y yo, que esperaba tras la barra, comencé a preparar el especial. Él siguió hablando:
-Quiero agradecerte que te hayas tomado la molestia de hacer el viaje. Estoy... - hizo una pausa antes de continuar, buscaba las palabras idóneas - recomponiendo las piezas perdidas de mis recuerdos.
-Siempre fuiste un romántico.
-También sé simular, como tú.
-¿Yo?
Hubo otra pausa, él tomó un sorbo de su taza y yo me acerqué con el especial. Lo serví y volví a mi sitio.
-Sé lo que pasó. Sé que fuiste tú.
-No te entiendo - dijo ella sonriendo, pero la curva de sus labios ya se había vuelto sombría.
-Sí lo entiendes. Sé que todo aquello de llegar hasta el final fue idea tuya, sé que los lanzaste contra mí. Pero ya me ves, sigo aquí. Tu papel de secundaria en la sombra, de zorra jodevidas, no funcionó. Es decir: te vencí. Y jugaste muy bien diciéndoles que ibas a estar en primera línea de combate, justo para desaparecer cuando comenzó la guerra.
Tomó otro sorbo de la taza, miró por la ventana y continuó hablando. Ella lo miraba como si estuviera situada al otro lado de un grueso cristal.
-Para mí fuiste tan importante como difícil de olvidar, y olvidé los bonitos detalles de nuestra historia en dos días, pero nunca olvido quién me la juega, Sarah - y soltó su nombre deslizándolo con cuidado por la mesa, como cuando una mano acaricia la superficie de una manta de raso.
Por un segundo pareció que iba a hablar, pero permaneció callada. Por un instante me dio pena verla así, pero conociendo la historia que había detrás... no debía caber en mí lugar a la compasión.
-No te molestes en decir algo - dijo él mientras se levantaba y se enfundaba el abrigo para salir-. Tómate el especial y lárgate. Ya verás, es lo que te dije. Lou hace un café que está para morirse.
Y era cierto, también soy muy bueno deshaciéndome de los cadáveres.