Érase una vez un niño a punto de pronunciar sus primeras palabras.
-Callad, callad -susurró el padre a los presentes.
-Silencio -pidió la madre-. Va a hablar.
El niño separó los labios, levantó ligeramente el mentón y dijo con total claridad:
-Estoy muriéndome.
Todos celebraron con regocijo esa gran verdad y supieron que el niño... sería escritor.