(Este relato surge de presenciar cómo el viento depositaba arena de playa en unos labios)
"Por una playa sureña, despoblada y solitaria, paseaba lenta una mujer esbelta de cabellos negros. Se paró ante la orilla, usó la mano de visera y oteó el horizonte del océano.
Plano y quieto, como en un falso descanso.
Nada.
Se desnudó y su piel tomó el color de la arena.
... buscaba atesorar el rizo rompiente de una ola perfecta,
... imposible.
Se tumbó al sol, cerró los ojos y una brisa marina comenzó a soplar a ras de los granos dispersos y de las piedras. Unos juncos de una duna cercana quebraron el silencio y sus hojas verdes dieron paso al ulular del viento...
... y la dejaron durmiendo. Bella.
Lo primero que comenzó a bailar sobre la alfombra de la playa fueron sus cabellos. Sus rizos serpentearon y se hundieron en la arena como hacen las raíces firmes del paso del tiempo. Al abrir levemente su boca la arena salivó de barro en sus labios, y unos besos que nunca había dado se perdieron entre la sal que su lengua una vez probó de sus brazos; de los de él...
... porque él estaba ahí... aún no se había marchado.
Los granos dorados fueron tomando posesión de su espacio, formando montículos en torno a sus piernas, sus cabellos y manos. Y sus pechos turgentes apuntaron al sol como dos gotas de mercurio perfectas, o dos esferas de relojes blancos, gemelos y hermanos. Ellos fueron los últimos en ser cubiertos de arena.
Y cuando las caricias del viento se hicieron silencio, bajo la oscuridad caliente...
... ella sintió un beso en los labios. "
... ella sintió un beso en los labios. "