El otro día iba yo, muy temprano, para el metrodemadridvuela y se me iban ocurriendo cosas, historias, dimes y diretes y otras hierbas, todo a la vez, para mi novela y/o para Scriptoria. Y yo me decía:
- No, esto no, esto para la novela, esto para Scriptoria pero en forma de relato... ¿o en post simplemente? ¡Ay, coño, qué lío! Se me va a olvidar, verás.
Pero me lo decía en voz alta, no callando; camino del metro que iba, y la gente mirándome como si fuese un loco ¿Pero si llevo mi levita vaquera marrón? ¿Cómo me puede alguien tomar por loco cuando voy vestido con ella? ¡Aunque hable en voz alta! ¡Si estoy guapísimo!
Pues nada, la gente mirándome. Y un frío mañanero que arreciaba que no veas... que me hacía cerrar los ojos, y los personajes de mi novela pegaditos a mí, buscando cobijo y calorcito humano. Y yo lo único que quería era que no me empujasen mucho, que si lo hacen las ideas se derraman de mi cabeza y se pierden por la acera, porque eso sí, cuando una idea cae al suelo desaparece para siempre.
Al meterme en el ascensor para bajar al andén dice una señora:
- Hola.
Y yo callado, claro, para que no se me derramasen las ideas; cuando me pasa eso, lo del torbellino, no quiero que me molesten. La señora me mira con cara de "Hola ¿no?". Y yo digo:
- Hola, sí.
Y por poco se me cae una idea escurridiza, muy buena, la madre que la parió, a la idea no a la señora, que no tiene culpa de que yo esté así... pero loco no, eso quiero que conste en acta.
Así que si algún día os encontráis con un tipo que escribe con un boli negro sobre esta libreta (regalo de mi amiga Pilar*) en algún vagón de la línea 1 no se trata de un demente, soy yo, que estoy metido en el paritorio. Pero tratándose de vosotros, aunque me veáis con la mirada perdida, me podéis saludar. Os diré:
- Hola, sí.
* Aquellos que quieran ver el espacio de Pilar debeis tener una cuenta de Hotmail.