Luis subió a su apartamento y rebuscó en el cajón de su mesita de noche. Recogió todo lo que brillaba en dorado y lo echó en una bolsita de cuero. Luego salió hacia la tienda. Entró como un rayo y al llegar al mostrador derramó el contenido de la bolsa.
- ¿Qué me das por todo esto? - le espetó al dependiente.
El hombre estudió las piezas del mostrador, miró a su cliente y dijo:
- Caballero, esto que me ha traido no es oro. Lo siento.
- Lo sé - dijo Luis mientras sacaba un folleto y una fotografía de su bolsillo-. Y ahora que usted ya sabe que no poseo alhajas que le puedan interesar...
Señaló la fotografía que había puesto sobre el mostrador y continuó:
- Éste de aquí es mi coche ¿Lo ve bien? Es un puto Peugeot 308, color champagne. Quizá para usted, que regenta este negocio, mi coche es un coche de mierda. Pero para mí es el mejor que puedo tener ahora ¿Ve la matrícula? ¿La ve bien? Memorícela ¿Ya? - el dependiente asintió-. Bien, pues ahora mire este otro papel. Este que dice que paga hasta 37 euros por gramo de oro ¿Lo reconoce? Sí ¿verdad?.
El dependiente volvió a asentir.
- Estoy hasta los mismísimos cojones de quitarlo cada día de las escobillas de mi parabrisas ¿Me oye?-. Esta vez el dependiente ni se atrevió a moverse-. Tengo más de veinte panfletos de mierda como este guardados en la guantera de mi coche. Aparco bajo el árbol grande que hay en el parking de la playa. Ya ha comprobado que no tengo oro, se puede quedar con toda esta mierda de chatarra y timar a las viejas ricachonas que quiera, pero como vea un sólo folleto más de esta puta mierda de negocio suyo sobre mi coche le mando a Orson.
Luego recogió la fotografía de su coche del mostrador y salió de la tienda.
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Gracias a Miguel Baquero por la crítica literaria sobre mi libro Scriptoria en la revista digital Literaturas. Para leerla pinchad aquí.