... Y la chica regresaba al bosque a oír historias, a veces nevaba, a veces llovía, y en aquellas tardes sus ojos se volvían de un gris tan claro que en ocasiones parecían blancos.

-Piedra y la chica de ojos azules-

Negro Sueño sobre mi Cuerpo


Aquel oráculo lo vaticinó: moriré mañana, 25 de mayo de 2012. Y aquí estoy, después de haber atravesado la llanura de los Unicornios de Crines Rojas y haberles vencido, he llegado a la ciudad donde naciste. Estaba desierta, crucé la avenida plagada de vehículos abandonados, arrastrando los pies, como si fuese un zombi milenario, y me adentré en el parque. Al otro lado estaba tu casa.

Seguí caminando y oí crujidos bajo mis pies. Me detuve y miré al suelo, estaba ante una gigantesca colonia de caracoles babeantes y desesperados. Me hinqué de rodillas y al menos aplasté una docena de ellos. Apoyé mis manos sobre el asfalto y comenzaron a subir, a lamentos, por mis brazos. Ahora cientos de ellos están a salvo. Han venido conmigo. Abre. Estamos ante tu puerta. También he traído al cerdo vietnamita del gobierno. Huele a sangre derramada de mi cabeza. Abre, joder.

Abre, nena. No hay tiempo.

*foto de aquí

Viciado de Ti


Voy a seguir haciéndolo cada vez que me apetezca: contemplarte desde atrás. Como aquella vez que me crucé de brazos y me apoyé en la puerta de tu cocina mientras tú, de espaldas a mí, cortabas aquellos tomates sobre la encimera.

Entonces no pude soportarlo más, me acerqué en silencio y, poniendo mis labios sobre tu nuca, espiré mi aliento y te rodeé con mis manos hasta alcanzar tus pechos, los acaricié por encima de tu camiseta, los apreté con el ímpetu y la esperanza de haber encontrado el último refugio de este puñetero planeta... en esa parte de tu cuerpo. Tú echaste la cabeza hacia atrás, yo besé tu cuello, luego cerraste los ojos y te mordiste el labio inferior, en una de tus manos temblaba la hoja del cuchillo; en la otra sostenías un tomate, rajado, abierto. Dejaste caer todo en el fregadero y el jugo comenzó a resbalar por tus dedos. Te di la vuelta y tu boca quedó a milímetros de la mía. Entonces te subí a la encimera y, antes de comenzar mi festín, lamí de tus dedos la savia fresca.

Mi boca aún tiene sed. Tómalo como una amenaza, porque voy a seguir haciéndolo cada vez que me apetezca: contemplarte desde atrás. Porque te vicio, porque me vicias.

*foto de aquí