Aquel oráculo lo vaticinó: moriré mañana, 25 de mayo de 2012. Y aquí estoy, después de haber atravesado la llanura de los Unicornios de Crines Rojas y haberles vencido, he llegado a la ciudad donde naciste. Estaba desierta, crucé la avenida plagada de vehículos abandonados, arrastrando los pies, como si fuese un zombi milenario, y me adentré en el parque. Al otro lado estaba tu casa.
Seguí caminando y oí crujidos bajo mis pies. Me detuve y miré al suelo, estaba ante una gigantesca colonia de caracoles babeantes y desesperados. Me hinqué de rodillas y al menos aplasté una docena de ellos. Apoyé mis manos sobre el asfalto y comenzaron a subir, a lamentos, por mis brazos. Ahora cientos de ellos están a salvo. Han venido conmigo. Abre. Estamos ante tu puerta. También he traído al cerdo vietnamita del gobierno. Huele a sangre derramada de mi cabeza. Abre, joder.
Abre, nena. No hay tiempo.
*foto de aquí