Música: Man with Harmonica (Ennio Morricone)
Aún no se había apretado un sólo gatillo en la calle principal de Silver Place pero, al respirar, el aire ya quemaba a fuego y a pólvora. Una repentina corriente de viento remolineó en torno a sus piernas y un puñado de arena seca levantó el vuelo, dispersándose en una nube difusa a la altura de su cabeza.
Las espuelas del sheriff brillaron en plata sucia, ensangrentadas en rojo por los golpes que le había dado al vientre de su caballo. No quería llegar tarde a la cita y ahora esperaba temblando en mitad de la calle.
La barbería había cerrado, los establos eran sepulcros, ni el vaho matutino de los caballos irrumpía en el viento. La cantina era un desierto de borrachos abstemios, y en el burdel las putas se vistieron de negro y se convirtieron en monjas de clausura que rezaban salmos rotos en silencio.
El viento silbó un nuevo remolino y unos rastrojos secos barrieron el camino plagado de nubes que llevaba a Wichita Lake, nido de cuervos. Entre el sheriff y el final del camino sólo había lugar para el miedo. Entonces un rayo de sol se filtró entre las nubes grises y cayó sobre un jinete negro. Apareció lento, como un fantasma sobre la línea del horizonte, como surgido de la tierra roja del infierno. Espoleó a su corcel y se dirigió al pueblo, donde las gotas de lluvia comenzaban a mojar los tablones de las casas.
"El dinero en dos sacos, a treinta yardas del poste de telégrafos". Esa era la regla. El espectro negro llegó a la altura de ellos y se inclinó sobre su montura para recoger el botín. Cruzó la calle como una exhalación y desapareció. Y Silver Place volvió a la vida.
Una vez lejos, el jinete bajó de su caballo, se acercó al borde del río y dibujó una sonrisa reflejada en el agua al recordar cómo le llamaban... William H. Bonney, aunque de niño no tenía nada. Se quitó el sombrero y una melena rubia cayó en cascada sobre sus hombros, luego se arrodilló sobre unas rocas. Se moría de ganas por darse un buen baño, así que se quitó el guardapolvo, se desabrochó el chaleco, sacó su cuchillo y comenzó a cortar las vendas que apretaban sus pechos.
El viento silbó un nuevo remolino y unos rastrojos secos barrieron el camino plagado de nubes que llevaba a Wichita Lake, nido de cuervos. Entre el sheriff y el final del camino sólo había lugar para el miedo. Entonces un rayo de sol se filtró entre las nubes grises y cayó sobre un jinete negro. Apareció lento, como un fantasma sobre la línea del horizonte, como surgido de la tierra roja del infierno. Espoleó a su corcel y se dirigió al pueblo, donde las gotas de lluvia comenzaban a mojar los tablones de las casas.
"El dinero en dos sacos, a treinta yardas del poste de telégrafos". Esa era la regla. El espectro negro llegó a la altura de ellos y se inclinó sobre su montura para recoger el botín. Cruzó la calle como una exhalación y desapareció. Y Silver Place volvió a la vida.
Una vez lejos, el jinete bajó de su caballo, se acercó al borde del río y dibujó una sonrisa reflejada en el agua al recordar cómo le llamaban... William H. Bonney, aunque de niño no tenía nada. Se quitó el sombrero y una melena rubia cayó en cascada sobre sus hombros, luego se arrodilló sobre unas rocas. Se moría de ganas por darse un buen baño, así que se quitó el guardapolvo, se desabrochó el chaleco, sacó su cuchillo y comenzó a cortar las vendas que apretaban sus pechos.
-.-
Y más sobre El Hombre Sin Tildes... aquí.
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* foto de aquí.