"...y aquí me hallo, sentado frente a mi viejo escritorio de madera de pino, quemado de recuerdos. Rememoro lo que fuimos. Elegí el negro porque me parecía elegante, desconocido, como las cosas que son capaces de atesorar los ojos de un escritor maldito como yo.
De modo que lo único que queda blanco sobre mi mesa es un retrato tuyo, un pliego de papel, y mis manos, que ya se han rendido a la idea de no poder tenerte. Comencé a vestirme de negro al día siguiente de tu partida. Elegí el negro porque así recuerdo tu cabello alborotado despertando sobre las sábanas, la tinta de mis cuentos y el corazón ahogado palpitando en mi garganta.
Es un negro inmaculado, no se asemeja a mi futura muerte ni a mi elegancia disfrazada. No simboliza el día de tu partida, amor, pero vistiendo con él te siento cercana. Ya ni siquiera me parece oscuro, olea en malva, como las últimas lágrimas que derramaste o el beso de tus labios que perdí mientras expirabas.
Voy a salir, querida, adiós.
He recogido mis cosas y las llevo en una maleta pequeña sin billete de vuelta. Dejo nuestra casa. Acabo de mirar por la ventana y ya se acerca La Cabalgata de los Escritores Desdichados de Corazones Rotos.
He recogido mis cosas y las llevo en una maleta pequeña sin billete de vuelta. Dejo nuestra casa. Acabo de mirar por la ventana y ya se acerca La Cabalgata de los Escritores Desdichados de Corazones Rotos.