... Y la chica regresaba al bosque a oír historias, a veces nevaba, a veces llovía, y en aquellas tardes sus ojos se volvían de un gris tan claro que en ocasiones parecían blancos.

-Piedra y la chica de ojos azules-

Rosa Chicle


- ¿Tú te acuerdas del Renault 5 verde aceituna que tenía papá?

-Uy, sí, como para no recordarlo. La de viajes que daba el pobre para llevarnos a todos a la playa.
- Por turnos.
- Ya te digo.
- ...
- Oye ¿por qué asociamos el verde aceituna a una sola tonalidad de verde si hay muchos tipos de aceitunas?
- Será por un extraño mecanismo de nuestra percepción, mezclado con el bloqueo de algún vago recuerdo... que tiende a quedarse sólo con una tonalidad de verde - se miran-. Yo que sé, pesado, vete a saber.
- Es como el rosa chicle. Hay mucha gente que dice: "eso es rosa chicle", y con eso ya tienes que hacerte una idea del tono de rosa, y el tono variaba dependiendo de las marcas.
- Acuérdate del Cheiw de fresa.
- O del Boomer.
- O del Cheiw de fresa ácida. Yo siempre he odiado el rosa chicle, eso y que llamen fosforito al amarillo fluorescente de esos rotuladores tan horribles.
- Oye, el R5 se lo compró papá a un turista americano ¿no?.

-.-

Y además podéis leer Viento del Sur aquí


(Os deseo a todos una feliz semana de vacaciones y que os riáis de todo, que es muy sano. Yo así lo haré, además porque tengo la fortuna de recibir la visita de buenos amigos ;))

*foto de aquí

El Limonero de los Deseos

(Con esta maravilla de Schubert... todo se hace más dramático, pulsa play)

Música: Schubert - Erlkonig
Basada en el poema Der Erlkönig de Goethe

"Se asomó a la terraza y aún estaba allí: el limonero de aquel sueño. Las ramas, vagas, todavía conservaban sus púas afiladas. Ya deshojados los recuerdos, de ellas sólo colgaban los frutos verdes de una estación nueva que parecía no querer tener un comienzo...

... ni decidido, ni lánguido, ni travieso.

Los frutos eran los limones más verdes que jamás hubiesen crecido en el mundo entero.

Impetuoso, se descolgó de la terraza los metros justos para llegar al suelo. Se acercó al limonero y al alzar una mano hacia uno de los frutos se pinchó en un dedo. Durmió cien años y al despertar sin el beso de su princesa los frutos de las ramas se habían convertido en camaleones negros que colgaban de sus rabos y lo miraban con ojos de fuego.

"Adiós a la esperanza, adiós a los deseos".

Pensó mientras caían sobre él los frutos podridos de su pasado muerto."

*foto de aquí

Sobre El Camaleón


En varios cuentos que he escrito aparece un camaleón. Por ejemplo aquí o en Solsticio con Beso, el relato publicado en este libro. Mi camaleón simboliza la muerte. En un cuento que he escrito el protagonista sueña con un paraje verde y de cielo despejado, los pétalos de las flores de unos cerezos caen al suelo, y el blanco de ellos comienza a extenderse, y lo hace tan rápido que la hierba y los troncos de los árboles se vuelven blancos, como si hubiese nevado.

Y un camaleón que sube por el brazo del protagonista mimetiza su piel en blanco, y se queda dormido sobre su hombro, como si estuviera congelado. Más tarde despierta enfurecido para destruir algo que el protagonista tiene en sus manos, pero no puede, porque el amor que profesa el protagonista es tan indestructible que ni siquiera la muerte puede acabar con él.

En el cuento ocurre algo que nunca pasaría en la vida real, algo que parece imposible: el camaleón muere.

Mi camaleón es la muerte dormida, porque se mueve lento pero seguro, porque mimetiza con el entorno hasta el punto de hacerse invisible o ser atractivo y vistoso en colores. Y ve todos los ángulos con sus ojos. Es capaz de acecharte sin emitir el más mínimo sonido.

Adoración y Temor juntos.

*foto de aquí

Dos Gotas Serían Suficientes

"Dos gotas serían suficientes. Álvaro se acostó junto a su mujer, ella le tendió la mano bajo las sábanas y él se la tomó, como venía haciendo desde hacía media vida. Álvaro siempre había odiado que le preguntase lo mismo al despertar, día tras día.

A la mañana siguiente él llamó a urgencias sin soltarle la mano, durante el multitudinario velatorio no le soltó la mano, ni siquiera al pasarla de la cama al ataúd dejó de hacerlo. Cuando hubo que cerrar la tapa Álvaro se deshizo de la mano de la difunta y ésta preguntó sin abrir los ojos:

- ¿Dónde vas?.

No, dos gotas no habían sido suficientes."

(Con este relato participé el año pasado en el certamen de microrrelatos de "El Museo de La Palabra", no fuí seleccionado entre los 100 finalistas (tampoco lo esperaba). El relato ganador se llevó 7.000 euros y lo podéis leer aquí... y sí, no busquéis más, sólo está compuesto por esas dos frases (la lluvia, los cántaros, la gatita y el grillito...). Son por decisiones de jurados como esta por las que siempre me declino a no participar en certámenes literarios de todo tipo. Me parecen una falta de respeto a todos los participantes y una tomadura de pelo)

Besos de Humo


Cada mañana que salgo de casa me lo encuentro sentado en el borde de la acera. Tiene mi edad, se llama Rueda. Bueno, se llama de otra forma pero en el colegio siempre nos llamábamos por el apellido. Un perro de color vainilla lo acompaña allí donde va, eso lo diferencia de mí.

La segunda chica que besé fumaba, fumaba mucho, y escribía mi nombre una y otra vez en la pizarra del instituto con una sonrisa en la cara. Yo aún era menor de edad y sabía un poco menos de la vida que ahora y muchísimo menos de las personas. Así que no me importaba decir lo primero que se me pasaba por la cabeza. Cuando nuestras bocas se separaron yo pregunté:

- ¿Fumas?.

Ella sonrió, y antes de volver a besarla dije:

- ¿Lo vas a dejar?.

Y ella asintió sin despegar sus labios de los míos. Al final no lo dejó, lo dejamos los dos. Y los besos de humo... se disiparon.

Pasan los días y Rueda sigue ahí, luzca el sol o caiga la lluvia, con su perro color vainilla y esa cara de anciano de setenta años. Nunca saluda. La pasada noche me dormí preguntándome si Rueda habría estado alguna vez con una chica de besos de humo. Si así fuera... eso no lo diferenciaría de mí.

Para él ya es demasiado tarde, otra cosa distinta de aquellos besos le ha ido enturbiando poco a poco el cuerpo y su mirada.

Ahora... es humo.

*foto de aquí.