(Antes de seguir... lee el comienzo de este cuento aquí)
─Yo soy Julio, y estos son mis amigos.
─Lo sé, la niña muda y el niño enfermo ─dijo la niña del Árbol─. Os recuerdo.
─¿Estabas metida en el árbol? ─preguntó Pedro con su voz débil.
La niña no respondió y continuó cantando alrededor del árbol.
Al jardín de la alegría
Quiere mi madre que vaya
Por ver si me sale un novio
El más bonito de España.
Vamos los dos, los dos, los dos,
Vamos los dos, en compañía,
Vamos los dos, los dos, los dos,
Al jardín de la alegría
Y al acabar se detuvo ante Julio y dijo tomándole del brazo:
─Y te elijo... ¡A ti!
Lo que provocó que los otros dos niños se desplomasen cayendo al suelo.
─¿Qué ha pasado? ¿Qué les has hecho? ¿Están muertos?
─Sólo están durmiendo para siempre al pie del árbol.
─Pero... eran mis amigos.
─Eran niños enfermos, si no duermen ahora morirán en la guerra que viene. En los sueños la niña podrá hablar nada más nacer y al niño le crecerá pelo y esa enfermedad que tiene no se lo irá comiendo por dentro.
Ambos se miraron y a Julio le pareció que aquello era cierto, que ya parecía estar sucediendo todo dentro de un sueño.
─¿Dónde están los juguetes? ─preguntó la niña.
─Los hemos dejado en el camino.Ambos se miraron y a Julio le pareció que aquello era cierto, que ya parecía estar sucediendo todo dentro de un sueño.
─¿Dónde están los juguetes? ─preguntó la niña.
─Vamos a recoger tu caballito de madera ─dijo ella iniciando el trayecto─. Pronto la niebla cubrirá esta llanura durante lustros y los sapos creerán ser los dueños de este reino.
─¿Y luego?
─Luego iremos a la otra linde del bosque, donde acaban los árboles hay un barranco, pasaremos allí la noche hasta que el sol salga de nuevo. El sol allí es como una bola de helado del naranja más intenso que hayas visto. Es un amanecer espléndido, como de cuento.
Julio sonrió olvidándose por momentos de su madre, de sus amigos y del resto de los habitantes del pueblo.
─Julio, tú serás mi novio. No temas por tus amigos, despertarán al otro lado, en una aldea donde el tiempo pasa tan despacio que los platos de sopa nunca se enfrían y la leña de las chimeneas arde durante décadas. Dame la mano.
─Quiero pensar que siempre hay algo detrás de todo esto ─dijo el niño tendiéndole su mano.─Y yo, Julio. Y yo.
(En memoria de A. M. M., sin sus cuentos los míos nunca hubieran comenzado)
*foto de aquí.