... Y la chica regresaba al bosque a oír historias, a veces nevaba, a veces llovía, y en aquellas tardes sus ojos se volvían de un gris tan claro que en ocasiones parecían blancos.

-Piedra y la chica de ojos azules-

Encrucijada



Si yo lo sé, Mari Carmen, si yo lo sé, que mi Juan es un buen hombre, que el pobre ahora no tiene trabajo, y mira que yo me levanto temprano y me voy a trabajar, y él se levanta cuando yo me voy. Fíjate, mi Juan... le prepara el desayuno a los niños, los levanta, los viste, guerrea con ellos lo que tenga que guerrear y los lleva al colegio.

Luego vuelve a casa, y mira... me airea todas las habitaciones, me recoje todo, hace las camas, pone una lavadora, me friega, me tiende, me plancha, prepara la comida, barre los suelos, hace el baño y va luego a recoger a los niños. Mi Juan lo hace todo, todo. Y ya no bebe, Mari Carmen, lo dejó, lo dejó... mi Juan, qué bueno es... ni fuma, ni coge una botella. Fíjate lo que me dijo... Me dijo que antes de volver a tirar el dinero así se quitaría de en medio, eso me dijo.

Pero luego... es que llego a la oficina, y veo a Marcos... y no puedo, Mari Carmen, no puedo.

*foto de aquí.

El Ángel Desamparado


- Tu padre se ha vuelto a escapar. Está aquí. Ya lo sabes - dijo María al otro lado del aparato. Luego colgó.

Alberto se lamentó y dejó su puesto de trabajo para ir a casa a recoger a su padre. Era la tercera vez en el mes que sucedía. El viejo siempre hacía lo mismo. "Si es que también me lo tenía que haber cargado..." pensó mientras conducía bajo la lluvia.

Al llegar a casa María le abrió la puerta a su marido. Alberto entró y vio a su padre sentado en el sofá. Estaba empapado y sostenía un cuchillo en la única mano que le quedaba. Desde el accidente al viejo le venían, a ratos, jirones de memoria de la tarde en que murió su esposa, y cada vez eran más frecuentes.

Alberto acarició la mano de su padre con suavidad y, ante la mirada ausente del viejo, le arrebató el cuchillo. Luego le ayudó a levantarse del sofá, lo montó en su coche y lo llevó de regreso al psiquiátrico de Los Ángeles Desamparados.

*foto de aquí.

11 de Marzo


 
(Casals - El Cant dels Ocells)


Hay fechas que se alejan en el tiempo, pero nunca en la memoria.

Siete años después...
Quedó atrás el miedo a coger los trenes de nuevo y confundir sus bufidos con el rugir de una bestia. Quedó atrás eso de mirar bajo los asientos y a las caras del resto de pasajeros, el contener la respiración y encoger el corazón mientras pensaba que todos íbamos a saltar por los aires cuando el tren paraba o sus puertas volvían a cerrarse.

Quedaron atrás las noches en que dormía con los ojos abiertos, o sentado en el borde de mi cama.

Quedaron atrás los meses de tratamiento, y esa primera frase de ella mientras me tendía la mano: "Hola, siéntate. Si quieres olvidar lo que ha pasado... me temo que eso no va a ser posible, lo único que puedo hacer por ti es hacerte ver que puedes vivir con ello".

Y eso se hace.

Quedaron atrás muchas cosas... pero el testimonio número 8 de esta página perdura junto a cientos, miles. Como el de aquella señora mayor que entró en mi vagón una semana después, temblando porque era la primera vez que volvía a montarse en un tren, y al sentarse a mi lado me cogió de la mano mientras me contaba que ella también estuvo en Atocha. 

Todavía siento el calor de su mano, y el de las velas encendidas calentando mi cara. Me recuerdan la promesa que me hice:
No olvidarles.

*foto de aquí.

Sin Ti


-.-

Podéis ver fotos del único ejemplar en papel que existe de El Hombre Sin Tildes pinchando aquí o también en este álbum de fotos de la página de Facebook.