... Y la chica regresaba al bosque a oír historias, a veces nevaba, a veces llovía, y en aquellas tardes sus ojos se volvían de un gris tan claro que en ocasiones parecían blancos.

-Piedra y la chica de ojos azules-

La Niña de la Isla llamada Nunca Invierno



(Lee este cuento corto de Navidad mientras escuchas la voz de Paula Gómez en su 'In a moment')

Cuenta la leyenda que existía una isla llamada Nunca Invierno, donde el sol brillaba alto día tras día y las playas calurosas gobernaban, una estación tras otra, un año tras otro. Y así acontecía en el resto del planeta.

Cuenta la leyenda que los niños jugaban en los campos y en la arena, al son del acunar del viento entre las ramas de las palmeras y a la sombra de los sauces viejos.

Cuentan esos niños, ahora ya ancianos de la isla, que hace muchos años una de las niñas deseó Navidades sobre las playas. Y una mañana, al caer Diciembre, las olas cristalizaron en hielo y escarcha, el viento se vistió de norte riguroso, las aves emigraron y de unas nubes bajas descendieron bolas rojas con las que los habitantes adornaron el gran ombú que crecía en el centro.

Y así lo deseaba la niña, año tras año, Navidad al caer Diciembre sobre la isla. Y así ocurría.

Una leyenda venidera contará una nueva historia, la de aquella niña, ahora anciana, en su lecho de muerte, después de haber vivido Veranos e Inviernos, Amores y Destierros... Deseando ahora ese baile de estaciones y sentimientos para el resto del planeta.

Y acabará narrando la leyenda venidera que así quedaría establecido para todos...
... al expirar ella su último aliento.

*foto de aquí

Sabes lo que Me Gusta


Sabes de sobra que me encanta el ajedrez. A ti no tanto, lo sé. Recuerdo cada una de las veces que te importuné para que jugaras aquellas partidas conmigo. Veces en las que te engatusaba edulcorando lascivamente las frases que describían lo que te haría después, para que tú, mi blanca reina en el tablero (y fuera de él), te sentaras frente a mí antes de la partida, resignada, cruzando las piernas sobre ese vestido corto, como de seda.

Perdóname, como de seda tus piernas, el vestido no sé. Al vestido no le presté la más mínima atención. Eso pasa a menudo, que cuando tus piernas hablan las telas se baten en retirada.

He comprado un juego nuevo. No te alarmes, en este seguiré siendo un peón a tus órdenes. Hace frío, el tipo de frío que hace crujir la piel como una fina capa de hielo cuando entra en contacto con el agua caliente. Hace frío, pero yo tengo que cumplir los preceptos de la tirada de dados. De modo que ven aquí, entra en el baño, siéntate, y déjame acariciar tus bragas, esta vez...

... tú serás la piel helada, y mi lengua el agua caliente que la destruya.
*foto de aquí

Coda


coda.
(Del it. coda, cola).
1. f. Métr. Conjunto de versos que se añaden como remate a ciertos poemas.
2. f. Mús. Adición brillante al período final de una pieza de música.
3. f. Mús. Repetición final de una pieza bailable.

―Corre, dime qué le quito y qué le pongo ―dijo ella.
―¿Cómo?
―Tengo prisa, todavía debo ir a por el pan. Es un poema que he escrito y no me termina de convencer. Es distinto a todo lo que he escrito hasta ahora ¿Qué le quito y qué le puedo poner?

Él lo leyó.

―Yo no soy nadie para tocar lo que escribes.
―No, pero... A ver, algo habrá.
―Está como todo lo que escribes, para devorarlo ―expuso él sonriendo.
―Anda que...
―Vale, deja un espacio e incluye una coda ―sugirió.
―¿Qué versos?

Él escribió sobre el trozo de papel y ella leyó:
Pero por una vez
seguiré el orden inverso
De las cenizas al fuego
del fuego al recuerdo
Ahora tengo en mi mano
esa bella contradicción de la naturaleza
No olvido
No dejo
Sólo acierto
a querer caminar contigo
de nuevo
Matando inviernos
Sólo quiero aspirar
a cumplir mi condena
comiendo de tus besos

―Bien, ¿algo más? ―preguntó ella.
―Sí, cuando vuelvas de comprar el pan no lo sueltes, y desnúdate en la entrada.

*foto de aquí.