... Y la chica regresaba al bosque a oír historias, a veces nevaba, a veces llovía, y en aquellas tardes sus ojos se volvían de un gris tan claro que en ocasiones parecían blancos.
La pregunta más complicada que me he hecho es: ¿En qué pienso cuando le hago el amor a la mujer que quiero?
Y me quedo pensando en qué pienso. Y no lo encuentro. Y cuando le hago el amor se me olvida responder a mi pregunta... porque me pierdo. Porque me vacío desde dentro, y no soy ni yo ni nadie, y todos a la vez, y ninguno, ni cerrado ni abierto.
Y no me pregunto nada cuando ella me deja pasar y entro... y la miro, y la cojo con fuerza, de la mano, y me quedo dentro.
Escondidos. Enaltecidos.
¿En qué pienso cuando le hago el amor a la mujer que quiero? En nada... me pierdo.
"¿Alguno de vosotros ha estado alguna vez a punto de tocar el cielo?"
- ... entonces, mañana tampoco podemos - y él dejó caer esas palabras en el auricular del teléfono, cerrando los ojos, como queriendo cubrir la distancia con un sólo parpadeo y sostener en vilo una lágrima.
- ¿Crees que podremos hacerlo como lo hemos hablado? - y ella miró a la esperanza de cara, sobre el horizonte.
- Sí, pero... no puedo, cariño, no quiero que por mi culpa tengas problemas más adelante.
- Claro. Entiendo.
...
- ¿Sabes qué? - continuó él soñando -. El día en que te vea de nuevo no te asustes.
- ¿Por qué habría de hacerlo?.
- Te acariciaré la cara y el pelo como nunca lo he hecho. Es que... me vas a parecer un sueño.
Una vez tuve un sueño relacionado con El Hombre Sin Tildes:
"Yo estaba en el hall de un teatro, Pero era un teatro pequeño, como de barrio, aunque con lámparas colgadas del techo y muebles ancianos, de madera oscura que olía a tiempos pasados.
Y me recibían viejos amigos, mis familiares, todos vosotros, los recuerdos encajonados... tú.
Llovía y en la entrada del teatro había un cartel que rezaba:
Y cuando todos estabais sentados esperando la obertura yo os miraba nervioso desde atrás, desde la oscuridad y el misterio que deben rodear a los verdaderos escritores, divertido y lejano.
Entonces se alzaba el telón y se oía la voz en off del narrador de la historia. Y empezaba:
Y un actor comenzaba a pulular por el escenario. Un actor sin tildes, claro. Soñé la obra completa incluso con los actos que aún quedaban por salir de mi pluma. Soñé los escenarios, los objetos, las luces, los sonidos, los pasos... las miradas perdidas, los teamo en lugar de los síes que El Hombre Sin Tildes dejaba en tu manto.
Pensamientos y diálogos.
Soñé vuestras sonrisas, las emociones y algunas lágrimas rodando. Y al culminar la obra hubo ovación, aplausos, algo de comida y bebida, las gracias y muchos abrazos, y un beso tuyo dejado en mis labios.
Y el programa de la obra de teatro era este:
1. Primer acto 2. ... 3. ... 4. ... 5. Segundo acto 6. ... 7. ... 8. ... 9. Remembranzas 10. Telón Y así desperté de mi Sueño."
Y diréis: "¡pero si no tienes escritos los demás actos!". Y yo os digo que sí, que los tengo en un cajón cerrado de mi Escritorio. Aunque a menudo lo abro, leo su contenido, sonrío, y vuelvo a cerrarlo. Esta es una novela corta o una obra de teatro preparada para su función, esperando entre bambalinas su turno, su propio espectáculo. Es un Sueño que tengo. Y no está olvidado. Está reposando...
(He abierto este dominio para El Hombre Sin Tildes. Ahí saldrán publicados el resto de actos. Avisaré en Scriptoria de las novedades)
Esta nueva colección de relatos se compone de un vestíbulo y nueve círculos encabezados por citas de varios cantos del Infierno (obra del poeta florentino Dante Alighieri)