―¿Qué te pasa? ―preguntó ella poniendo una mano sobre la suya.
―No... no lo sé ―dijo él soltando sobre el plato la taza de café.
―Desde que despertamos has estado muy callado, como si quisieras decirme algo.
Y le volvió a sonreír.
―Es... Es... todo esto ―comenzó él―. Estos días en esta casa, lejos de todo. Este desayuno en el jardín. Esta... esta paz, esta luz.
―Sí, es...
―Es como si hasta una lágrima pudiese atravesar una roca lunar.
―Sí ―sonrió.
―Dime que hay otra persona, dímelo, aunque no sea así.
―Pero... ¿por qué? ―preguntó extrañada.
―Porque sólo nos quedan un par de horas, porque me estoy enamorando de ti.
*foto de aquí.