... Y la chica regresaba al bosque a oír historias, a veces nevaba, a veces llovía, y en aquellas tardes sus ojos se volvían de un gris tan claro que en ocasiones parecían blancos.

-Piedra y la chica de ojos azules-

De mi puño (XI): Harto

En el País de la Tarta de Chocolate

Pulsa Play y oirás a Chopin - Waltz in C#, Op. 64, No. 2

...Y entooonces la princesa saltó desde el borde de la ventana y cayó sobre su caballo, que la esperaba junto a la torre. Quería dejar atrás el castillo del malvado tirano Habichuelo y su País de las Lentejas Quemadas.

-¿Sí?

Sí, porque a la princesa le gustaban las lentejas, mmm... ¡qué ricaaas!

- Qué icooo

Claro que sí, le gustaban... pero quemadas... quemadas nooo... y como la princesa se bastaba ella sola no necesitaba que ningún hombre, ni príncipe ni nadie, viniera a rescatarla, tenía su propio caballo rosa de crines de colores, que comenzó a cabalgar muyyy rápido.

- Iiiiiiiiiii, iiiiii...

Así hacía mientras galopaba, y para no caerse de los lomos de su caballo la princesa se agarró a los pelos de colores del animal, y a cada trote sus patas resonaban como las teclas de un piano, tiri, piti, titi...

- Ti, ti, ti, ti...

Y, tras una hora... al fin pudieron divisar las torres del País de la Tarta de Chocolateee, donde la esperaban sus...

(Vamooos)

Hala... a soplar :)

*foto de aquí

De mi puño (X): El expendedor

Historia de Amor en Dos Minutos


 
(Pulsa play. Yves Montand - Les Feuilles Mortes)

A la salida del parque comenzó a llover con fuerza, la multitud se apiñó bajo la visera que marcaba el final del recinto.

- Voy a perder mi autobús - pensaste en voz alta.

Te miré, eras más alta que yo, pero aquellas palabras te hicieron diminuta, como si fueras una esfera de un milímetro de luz que se apagaba en la palma de mi mano. Melancólica, fijaste tus ojos al final de la cuesta, como si quisieras traerte la calle entera. Saqué el mapa doblado del bolsillo de mi abrigo y lo extendí por encima de mi cabeza. Me acerqué a ti y compartí la mitad del pliego contigo, ahora estábamos bajo la ciudad. Me miraste. Sonreiste. Sonreí.

- ¿Vamos? - pregunté.

Arrancamos a paso rápido, bajando la cuesta, y las gotas de lluvia golpeaban con estrépito en el mapa, como queriendo traspasarlo y arrastrar sobre nuestros cabellos la tinta de las notas que yo había tomado.

- Se romperá, el agua romperá tu mapa - dijiste entre risas mientras seguíamos caminando.
- No lo hará. Corre.

Y acabamos llegando a tu parada. Agaché la cabeza y mis ojos quedaron a la altura de tus labios, para mí era el suicidio perfecto. Exhalaste lo que a mí me pareció un beso, lo perdí, y en ese instante llegó tu autobús y, sin mirarme, subiste a él susurrando un gracias que acabó resbalando por mi mapa. Bajo la lluvia presencié cómo te alejabas.

Un mundo y medio después todavía te recuerdo.

*foto de aquí.