... Y la chica regresaba al bosque a oír historias, a veces nevaba, a veces llovía, y en aquellas tardes sus ojos se volvían de un gris tan claro que en ocasiones parecían blancos.

-Piedra y la chica de ojos azules-

Mundo Desierto (II): Scorpio



(Lee la primera parte de este cuento aquí)

Esperó a la madrugada, Nuno se escabulló de su habitación mientras los ronquidos de su padre hacían combarse las vigas más viejas de la cabaña. Había pensado salir a lomos de una lombriz de Las Arenas, y eso hizo, tomó las riendas de una que la Guardia dejaba dormitar en el exterior de los establos y emprendió la huída. El pasado día el viento del oeste había comenzado a soplar con fuerza, de modo que había decidido dirigirse hacia el este.

Al amanecer ya había dejado atrás un par de aldeas abandonadas cuyos habitantes se habían convertido en estatuas de piedra, pues éste era el destino final de todos los cíclopes cuando llegaban a la edad de mil años. El sol había tomado cierta altura y ya comenzaba a dorar las dunas del color del pomelo. Pero esta comparación, la del pomelo, sólo nos sirve a nosotros, ya que ni Nuno ni ninguna criatura de Mundo Desierto había visto nunca un pomelo, o una naranja.

Nuno le ordenó a la lombriz que se detuviera y le dio instrucciones para que regresara al Poblado. Había decidido continuar a pie porque desconocía los peligros que podría encontrarse a partir de entonces y no quería poner en riesgo la vida de su montura, apreciaba la vida de la lombriz, y la de cualquier animal, tanto como la suya, y jamás se perdonaría que otros la perdieran por una mala decisión suya o por cualquier capricho.

Apenas había caminado unos metros se topó de frente con un escorpión.
―¿Qué haces?―preguntó el arácnido.
―Camino.
―¿Huyes?
―No huyo. Busco...―dudó un instante―un árbol. ¿Sabes qué forma tiene?
―¿Buscas? No lo hagas. Las cosas aparecen en los momentos menos oportunos y acaban teniendo la forma que tú quieras darles. Mírate, nadie me hubiera dicho hace un momento que aparecerías de detrás de esa duna. Estás perdido.
―No lo estoy, camino hacia el este.
―¿Por qué? ¿Te has hartado del otro lado del Mundo?―insistió el escorpión. 
―Sí, camino porque quiero ver un árbol, porque aquí el tiempo parece transcurrir en círculo. Mira todos estos granos de arena. Cuando el viento sopla hacia el oeste los granos viajan con él, cuando ese viento cesa y el del este gobierna los granos vuelven a su lugar de origen. Y lo mismo ocurre con los demás vientos, que todo lo mueven, todos los días, pero todo parece estar siempre en el mismo sitio ¿Sabes a qué me refiero? Así estamos todos, parecemos granos castigados dentro de un reloj de arena que nunca cesa de dar vueltas, y yo estoy harto de eso... Quiero ver cosas nuevas.
―Tú eres muy complicado―dijo el escorpión. Decidió no picarle, pues no le gustaba la carne de cíclope, así que comenzó a escarbar con sus patas hasta enterrarse y desaparecer bajo la arena.

(continuará)

*foto de aquí.

Mundo Desierto (I): Nuno

 

―Es muy simple, Nuno. No vas a poder encontrarlo porque... sencillamente, no existe. Eso sólo ha estado en la imaginación de los Hombres Antiguos. Son patrañas de cuento, locuras de antepasados. Y no vas a ir a ninguna parte, no hablemos más del asunto.

Así de rotundo había sido su padre una vez más. Y Nuno volvió a su habitación de barro, piedra y arena, pensando que quizás él tenía razón, que no había nada más allá del Poblado Central, sólo algunas aldeas abandonadas y, en la frontera del Desierto, la barrera circular que los rodeaba, la Contenedora de Vientos y Tormentas, separando como un muro aquel Mundo Desierto de aquello que hubiera detrás, la Nada, como así la llamaban desde antes de que su padre o su abuelo nacieran. La Nada o todo el caos y catástrofes, cuales fueran que pervivieran tras ella.

Pero él lo había leído. Había leído con su único ojo los grabados de la Piedra Ancestral, y los Antiguos habían dejado por escrito que existían maravillas más allá de aquella barrera contenedora. Y entre ellas... árboles, con hojas de color verde. Y Nuno desconocía cómo podría ser un árbol, o una hoja, porque nada más se decía sobre ellos en aquella piedra. Ni tampoco podía imaginar cómo sería el color verde. Su mundo se reducía a una pobre gama de tonalidades de arenas y piedras. Todo era oscuro y ceniciento, y mecánico, hasta el impulso sexual del acto de amar de los seres vivos de aquel Mundo Desierto se llevaba a cabo por imposición, por costumbre.

Procreaban por miedo a la extinción, no por amor, y el miedo no es un agradable compañero de viaje, ni siquiera para los cíclopes.
Al menos... eso había pensado Nuno siempre.

(continuará)
*foto de aquí.

Ya está ¿para qué más?


Iba a empezar un nuevo relato con la frase "Me gusta más tu pelo a lo salvaje, encrespado, sin líneas rectas que lo gobiernen" pero... ya está, mejor lo dejo todo así, imaginando que me mudo a tu exquisito desorden y todo empieza a arder ¿Para qué voy a añadir más?

*foto de aquí.

Guardo Un Grato Recuerdo


Todavía no sé con exactitud qué fue lo que te escandalizó tanto de mí, si la forma obscena en que te acariciaba las ingles y te metía los dedos por debajo de la mesa, en aquella cena de amigos, o el haberte comido la boca, mientras nos miraban los camareros, de camino a los baños de aquel restaurante.

De todas formas... guardo un grato recuerdo. Para mí, estar contigo, resultó ser como caminar levitando a diez milímetros del suelo y faltarme, a la vez, tan solo un metro para rozar la parte más baja de las nubes.

Para ti no. Para ti no sé lo que significó, pero creo que fui... tu capricho de varias noches, un deseo adelantado de temporada alta. Yo fui, quizás... ya nada.

No me importa. Guardo un grato recuerdo de todas las veces que lo hicimos. Una vez te levantabas para ir al baño yo dulcificaba la luz del cuarto y fotografiaba la cama deshecha, aunque a mí me gusta decir que estaba perfectamente acabada, a tirones, a gemidos, las sábanas guardaban las formas perfectas de todos los recorridos que hicimos.

A veces miro esas fotografías, me recuerdan la trayectoria de tu pelo alborotado, me recuerdan todo lo que fuimos.

*foto de Luis Carrasco (Flickr)