Lee el primer comentario. Hago unas aclaraciones previas a la lectura de vuestro relato.
"(
Ella)
Abrí mis ojos, alargué mi brazo derecho y la nada fría y vacía me sorprendió, estremeciéndome del otro lado de las sábanas blancas. Era la luz la que jugaba con mi piel, parcheándola en caricias luminosas, templándola y devolviéndole la calma. Como si cada vez que el reloj marcase las diez de la mañana la vida se me escapara en cada aliento, y luego volviera entre recuerdos a mí... llenando los huecos que permanecerían vacíos hasta que la muerte se llevara un día el resto o la nada. Ahora veo una línea anaranjada en el horizonte sobre un cielo cubierto de nubes azul oscuro. Nubes de tormenta. Me quedo quieta mirando esa línea que resurge al fondo.
-Ya no te espero - me digo susurrando.
Aunque tú sepas, amado, que para siempre me guardo tu presencia tras mi espalda, tu aliento perdido en mi cuello y tus latidos dispares ahogando mis noches vacías. Para siempre me reservo tus confesiones y miedos, esos que nunca entendí... Y para siempre me trago mis lágrimas muertas bajo los pedazos rotos de tu presencia.
Y en la soledad de la madrugada y en silencio, mientras la noche duerme junto a su rebaño, hago espirales en el cristal de tu ventana, escribiéndote este poema con la yema de mi dedo, donde reposé mi vaho tras el último suspiro que dejé caer entre tus piernas:
"Te escucho
en este breve aleteo
de notas musicales.
¡Me amas!
Lo puedo
sentir en el viento,
circulas diáfano
enredando mi cuerpo
en este amanecer
de sonoro ofrecimiento."
Y tengo un sueño, y en él un nuevo amanecer se aproxima y esperanzas brotan de los árboles, tiñéndolos de colores vivos, cálidos... Sólo estoy yo, etérea, volando entre las flores, soñando con pájaros de papel que trinan susurros, y lloran polen. Y en aquella fantasía me pierdo, río, alucino, desato mi locura... y me detengo, escucho atenta, observo, sueño, vivo y siento. La razón me decía que jamás volvería a verte, pero el corazón latía como diciendo: "espera, ten confianza... llegará". Y llegaste como el beso de los amantes: fuerte e impulsivo... ardiente, para volverte manso y suave, tierno y delicado entre mis brazos.
Pero para siempre es mucho tiempo... Para siempre es demasiado.
Ya no hay siempre,
porque para siempre silencio tu recuerdo tras la cerradura de un adiós eterno.
(
Él)
El tren inició su pesado ritmo, y en la estación quedó mi familia y mi pasado. Iba a empezar una nueva vida... Y fue en ese momento, mirándoles en el andén, cuando sentí que el nexo de la cotidianidad se rompía de manera imperceptible pero dolorosa.
Desde el balcón
donde ahora vivo veo la playa solitaria. Cayó la tarde, y el aire es frío y mudo como tu ausencia.
Y me estremezco pensando que tal vez estás tan lejos de mí, como ese horizonte incierto. Quiero pensar que todo esto es un mal sueño, y que tú vendrás a mí deslizándote como la última ola
de tiempo,
un espacio, ahora oscuro,
que de la nada comprimida espera un abril que no llega. Y suena
un piano como
la trompeta que anuncia la venida del corazón, y una gota
llora sobre el alféizar, un rayo de música rasga la noche, la luna, la nada... y llueve muerte, soledad, desolación, destino.
Me llueven tus manos en mitad de
esta noche. Es,
a la vez, el preludio y el final, y suena tan emotivo y desasosegante como el principio y el fin. Contumaz de amores perros que esconden su gula entre un jergón cualquiera.
Y creo que estoy dentro de una película con final feliz, aunque se haya desarrollado el guión con cierta tristeza,
lleno de ternura.
Y, después de tanto divagar, de tanto hablar sobre lo trascendente y lo efímero, después de hacer
te el amor...
me pregunto si ya no siento el alma,
salvo cuando oigo música
; aunque hoy no puedo oirla porque para mí es tristeza...
porque los oídos son innecesarios cuando el alma siente los susurros de una melodía que danzará para siempre dentro de nuestras cabezas. Siempre que queramos, una y otra vez, en nuestros labios, en nuestros ojos y en las yemas de nuestros dedos,
esos con los que escribías en mi ventana.
El último día volví a casa a esa hora eléctrica en la que aún están poniendo las calles, antes del amanecer
de tu sueño.
Mi compañero de piso me recibió con un bostezo. No hizo falta que dijera nada, su expresión le delató. Tú
le habías dicho que
sí. Sabías que era mi palabra maldita,
una promesa que acababa desvaneciéndose en la fugacidad de los segundos implacables, por lo que nunca fuiste capaz de pronunciarla en mi presencia por miedo a perderme... pero te juro que lloré; se deslizó por mi piel hasta agrietar mi coraza. Y tu silencio elocuente arrulló mis sentidos y supe, al igual que tú supiste, que las maldiciones se pueden romper.
Pero quiero que sepas... que aún vives
sumergida en mi recuerdo cuando abro la caja y encuentro tus letras
."