Ya no debería decirte más lo que me gusta tu boca, ni que me tienes desarbolado, como el tramo de mar que va desde donde rompen las olas hasta la orilla en un día ventoso.
Empiezo desarbolado y queriendo huir en varias direcciones, como el vuelo de una bandada de pájaros cuando disparas contra ella, como la espuma de mar embravecida, que comienza montando a punto de nieve en la cresta y acaba acostándose temblorosa en la arena, como las crines blancas de una yegua muerta.
Empiezo desarbolado y así acabo, como las crines, y agotado por tener tu boca cerca y tener que aplacar en alcohol el ímpetu de callarme la mía y comenzar a comértela.
Me juré no volver la vista atrás, hacia tu boca, y no decirte nunca más lo que me gusta ahogarme en ese extraño presentimiento en el que tus labios me dejan la razón como cabellos ardiendo en llamas negras.
Me lo juré por mi cordura, maldita sea.
*foto: AdR (Cádiz, hoy)