... Y llegaste con tu vestido negro, difusa, y me rompiste la noche.
Y al respirar no supe manejarme, porque los escritores que vivimos en la sombra solemos tener siempre las manos frías y los labios calientes, pero durante los segundos que estuve frente a ti, antes de marcharme, mis manos fueron como el fuego, y mi boca cristalizó en azul, como ocurre en ocasiones con las partículas de hielo. Y fui roca, e intenté no respirar, y, sin quererlo, esclavicé en mi lengua el beso que te quise dar. Y como sólo creo en mí, y en ti, no le rezaré a ningún dios para que no pase otro mes en blanco sin volverte a ver.
Caminaré hacia ti sin ahogarme.
Caminaré hacia ti sin ahogarme.
Y desapareciste tras tu puerta, soñolienta. Y yo, difuso, escribí tu nombre en la rotura de la noche.
*foto de aquí
3 Comentarios | Escribe el tuyo:
Es que esos vestidos os pierden...querido
Besicos
Uffff...es que no hay nada como ver y tener las cosas claras.
Besos sin difuminar
Me ha encantado la frase " los escritores que vivimos en la sombra solemos tenemos las manos frías y los labios calientes" .
Precioso el relato.
Un abrazo
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