Mientras el piano acompaña al violín y crean este nocturno (irrepetible en la historia de la música) imaginad que en un pueblo costero hay un taller, que dentro de ese local se ha quedado, a medio tallar, los perfumes nuevos de la caoba y de la madera de cedro. Que el taller es de un hombre silencioso y semblante serio que se encerraba allí a diario y dejaba que la música guiase sus virtuosas manos para crear formas, figuras... y majestuosos surcos, hojarascas y volutas que se erigían altas en la madera virgen.
Imaginad que ese hombre talló la crestería y los faroles de este paso, entre muchas... muchísimas otras obras que atesoró en su casa y que nunca mostró al público.
Y, si seguís imaginando así, podréis incluso ver cómo los buriles, los cinceles, las gubias y los martillos... siguen tallando (ellos solos), levitando al son que marcan las cuerdas del violín, aquella obra huérfana que ha quedado sobre la mesa del artista.
Imaginad también, y sentidlo, que el último suspiro del tallador se derramó por el alféizar de su ventana, viajó por las calles del pueblo hasta su taller, serpenteó en el aire, entre sus herramientas, y se transformó en un surco sobre la madera inacabada; un surco que talló en un susurro la última y la más bella de las volutas de caoba.
Si imagináis todo eso... imaginaréis bien.
*foto de aquí
1 Comentarios | Escribe el tuyo:
Este post queda cerrado a comentarios, tal y como hace unos meses ocurrió con este.
Este año diferentes tipos de cáncer están muy presentes en familiares y amigos. Espero que los muy hijos de puta paren ya.
He comenzado a escribir en el blog de El Hombre Sin Tildes cómo surgió y cómo escribí el cuento. Hace unos días publiqué este post, y hoy este.
Besos y abrazos para todos.
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