... Y la chica regresaba al bosque a oír historias, a veces nevaba, a veces llovía, y en aquellas tardes sus ojos se volvían de un gris tan claro que en ocasiones parecían blancos.

-Piedra y la chica de ojos azules-

La niña del Árbol Negro (II)



 (Antes de seguir... lee el comienzo de este cuento aquí)

─Yo soy Julio, y estos son mis amigos.
─Lo sé, la niña muda y el niño enfermo ─dijo la niña del Árbol─. Os recuerdo.
─¿Estabas metida en el árbol? ─preguntó Pedro con su voz débil.
La niña no respondió y continuó cantando alrededor del árbol.

Al jardín de la alegría
Quiere mi madre que vaya
Por ver si me sale un novio
El más bonito de España.
Vamos los dos, los dos, los dos,
Vamos los dos, en compañía,
Vamos los dos, los dos, los dos,
Al jardín de la alegría

Y al acabar se detuvo ante Julio y dijo tomándole del brazo:
─Y te elijo... ¡A ti!
Lo que provocó que los otros dos niños se desplomasen cayendo al suelo.
─¿Qué ha pasado? ¿Qué les has hecho? ¿Están muertos?
─Sólo están durmiendo para siempre al pie del árbol.
─Pero... eran mis amigos.
─Eran niños enfermos, si no duermen ahora morirán en la guerra que viene. En los sueños la niña podrá hablar nada más nacer y al niño le crecerá pelo y esa enfermedad que tiene no se lo irá comiendo por dentro.
Ambos se miraron y a Julio le pareció que aquello era cierto, que ya parecía estar sucediendo todo dentro de un sueño.
─¿Dónde están los juguetes? ─preguntó la niña.
─Los hemos dejado en el camino.
─Vamos a recoger tu caballito de madera ─dijo ella iniciando el trayecto─. Pronto la niebla cubrirá esta llanura durante lustros y los sapos creerán ser los dueños de este reino.
─¿Y luego?
─Luego iremos a la otra linde del bosque, donde acaban los árboles hay un barranco, pasaremos allí la noche hasta que el sol salga de nuevo. El sol allí es como una bola de helado del naranja más intenso que hayas visto. Es un amanecer espléndido, como de cuento.
Julio sonrió olvidándose por momentos de su madre, de sus amigos y del resto de los habitantes del pueblo.
─Julio, tú serás mi novio. No temas por tus amigos, despertarán al otro lado, en una aldea donde el tiempo pasa tan despacio que los platos de sopa nunca se enfrían y la leña de las chimeneas arde durante décadas. Dame la mano.
─Quiero pensar que siempre hay algo detrás de todo esto ─dijo el niño tendiéndole su mano.
─Y yo, Julio. Y yo.

(En memoria de A. M. M., sin sus cuentos los míos nunca hubieran comenzado)

*foto de aquí.

La niña del Árbol Negro (I)


Era la hora de la cena, esa en que los últimos rayos de sol caen tan lánguidos como la tela de los vestidos de seda de Magdalena Baró, cuando los niños salieron de sus casas dejando a sus madres con sus prohibiciones colgadas de las bocas y los platos de sopa huérfanos. Habían decidido reunirse ante el Árbol Negro.

Julio fue el primero en abandonar su hogar, por el camino de las ardillas se le unió Alicia, sin un saludo, sin una palabra, era muda de nacimiento. Y al final del sendero, en la linde del bosque nuevo, esperaba Pedro, el niño enfermo, que tenía la cabeza tan lisa como un boliche de cristal, ni un solo pelo. Antes de entrar en el bosque soltaron sus juguetes favoritos, se dieron la mano y sin mirarse a los ojos cruzaron esa frontera exigua que separaba lo que era oscuridad de lo que era pueblo.

Caminaron entre los árboles de hojas verdes, cuidándose de no molestarles, hasta la llanura quemada y yerma que había en el centro, allí vivía el Árbol Negro. Pero cuando llegaron a él se encontraron con que el tronco del árbol se había quebrado por la mitad y alrededor de él una niña con un vestido blanco inmaculado, fantasmal, daba vueltas en círculo, saltando y canturreando.

Al jardín de la alegría
Quiere mi madre que vaya
Por ver si me sale un novio
El más bonito de España.
Vamos los dos, los dos, los dos,
Vamos los dos, en compañía,
Vamos los dos, los dos, los dos,
Al jardín de la alegría.

Los niños se soltaron de las manos y se quedaron mirándola. Hasta que la niña se percató de ellos.
Oh, habéis venido. Soy Ana María, el alma del Árbol Negro dijo señalando el tronco quebrado.

(El domingo por la noche... el final)

*foto de aquí