... Y la chica regresaba al bosque a oír historias, a veces nevaba, a veces llovía, y en aquellas tardes sus ojos se volvían de un gris tan claro que en ocasiones parecían blancos.

-Piedra y la chica de ojos azules-

El Trato


(para ver correctamente el reproductor de música en los posts usa Internet Explorer o Google Chrome. Gracias)

Tras dos meses al fin estoy aquí.

Dos meses pidiéndote este encuentro, dos meses rogándote que bailaras para mí. No sabes la de veces que he estado imaginando este momento. Me sentaré en este sillón y te miraré. Sólo haré eso, ese era el trato: tú ponías un precio para este privado y yo lo pagaba. Y aquí estoy.

No te tocaré, no haré por besarte. Ya te lo dije. Aunque el balanceo de tus caderas me llamen, aunque la cortina de tu melena negra te traicione y me descubra tu mirada, posándose sobre mí. Aunque fueses la última bailarina de velos sobre la Tierra... no me moveré. Hincaré mis uñas en los brazos del sillón para mitigar mis ganas de levantarme y rodearte con mis brazos.

Eran las condiciones: sentarme, verte bailar, pagarte y marcharme para siempre. Adelante. Puedes empezar.

(La música suena. Ella baila, él observa. La escena ocupa siete minutos)
Hossam Ramzy. 'Belly Dance'

(La música cesa. Ella suda. Se miran)

Aquí tienes el pago, es justo lo que me pediste: mi carta escrita con todos esos momentos en que imaginé cómo sería perderme en la negrura de tus ojos de vidrio mientras te amaba.

He pasado horas nadando. Cuando todos dormían yo bajaba a la piscina cubierta y, a oscuras, con el reflejo de la luz de la salida de emergencia sobre la superficie plana del agua, me desnudaba en el borde y me introducía lento, como lo haría en la humedad caliente de tu cuerpo. Luego nadaba, dejaba a mis espaldas un largo tras otro como si fuese lo único que supiera hacer en esta vida, mientras te imaginaba bailando, o haciendo el amor. Quiero que sepas que para mí son la misma cosa.

Debo marcharme, ese era el trato. Adiós.

(Sale. Reina el silencio)
*foto de aquí.

Beso en sostenido

Betty Owen. 'Autumn Breeze'
Mantén en sostenido
este preludio de primer beso de viernes

Hazlo en memoria
de todas las horquillas
que te hice perder en verano

Mantengámonos en sostenido hasta este viernes

Para mí será como permanecer erguido
esperándote
en mitad de este océano de hojarasca seca y decadente.

* foto: AdR

Alguien como Tú

Adele. 'Someone like you'

Ayer volví a soñar contigo. Y esta vez en mi sueño los coches podían volar. Así que, al amanecer, todos se montaban en ellos, arrancaban y éstos despegaban del suelo muy lentos, como si fuesen globos aerostáticos, y rápidamente se hicieron vías y carreteras imaginarias con trazados aéreos, tal y como aparecen en algunas películas de ciencia ficción. Y así circulaban todos, felices, unos tras otros. Y el cielo se llenó de vehículos, y el mundo se volvió desde ese momento... aún más loco.

Por la tarde me monté en mi coche para ir a verte, contuve la respiración, arranqué y comencé a conducir por la carretera. Mi coche resultó ser el único vehículo que aún circulaba sobre la superficie terrestre. Y el tramo de autovía de tres carriles por donde conduzco todos los días para ir a verte estaba desierto. Y yo sonreí mientras el sol comenzaba a hacerme daño, poniéndose de frente, sobre la línea del horizonte. Entonces fui aminorando nada más ver, al fondo, una pequeña figura en mitad de la autovía. Eras tú. Paré el motor a menos de cincuenta metros, me bajé del coche y caminé hacia ti. Y al anochecer hicimos el amor sobre el asfalto oscuro y caliente, mientras las luces de los coches circulaban, unas tras otras, varias decenas de metros por encima de nuestros cuerpos.

Y en mi sueño esto que he escrito fue nuestro primer encuentro, y desde el momento en que te tumbaste sobre la carretera y me besaste me volviste aún más como este mundo en que vivimos... aún más... loco.

*foto de aquí.

Como un león saliendo de la niebla

Konstantin Scherbakov. 'Piano Concerto No. 2 in G major, Op. 44: III. Allegro'

Está mal, lo sabes, pero no puedes remediarlo.

Él estuvo contigo cuando nació tu hijo, vuestro hijo, vuestro Tony. Él te acompañó en todo momento y estuvo contigo durante el parto, incluso empujó a aquel médico cuando todo se complicó y quisieron echarle del quirófano, él se quedó, vuestro hijo nació y en medio de todos los malos recuerdos... todavía, a veces, te viene la imagen de él, de tu marido, manchado de sangre, de tu sangre, desde la punta de sus dedos hasta la cara; acercándose y diciéndote al oído que el bebé está bien, que todo ha pasado. Así es él. Siempre ha sido así, como un león saliendo de la niebla más espesa.

Han pasado tres años de aquello pero lo recuerdas como si fuese el primer sorbo de cappuccino que te tomaste esta mañana. Es tarde, acabas de salir del mismo hospital donde diste a luz, en la 504 se ha quedado él, tu marido, quedan horas para la operación, pero tú te has ido, has dejado a vuestro hijo con tu madre. Nada más salir te montas en el primer taxi que ves y enciendes un cigarrillo, al decirle al taxista el nombre de la calle lo haces en voz baja y sin dejar de mirar tus manos, como si eso pudiera eximirte de tu pecado. El trayecto dura apenas cinco minutos, mucho más de lo que tardarás en sacar del bolso la copia de la llave del piso, atravesar la puerta, quitarte la ropa y revolcarte como haría una vulgar furcia con tu amante.

Está mal, lo sabes, pero no puedes remediarlo. Porque aunque nadie lo sepa... eres sólo una hija de puta más de las que caminan de puntillas por este mundo.

*foto de aquí

Cinco Años en Scriptoria

 

Schubert - 'String Quartet in C minor, D. 103, Quartettsatz'

Hoy se cumplen 5 años de la apertura de este espacio, y si bien es cierto que ha evolucionado mucho y ya no vuelco tantos textos aquí, ni visito vuestros blogs o respondo a vuestros comentarios... sí que continúo escribiendo más de lo que muestro. Voy retomando, a ratos, la novela que escribo: El lamentable descenso de Henry Norton, además de seguir recopilando y agrupando relatos y cuentos en colecciones que apenas ven la luz más allá de la poca que asoma en mi escritorio. Todavía queda mucho papel por emborronar, y cada vez reniego más de la pantalla del ordenador y me gusta más escribir para mí en libretas y cuadernos, tal vez celoso de mis letras. ¿Estaré envejeciendo demasiado rápido? Lo estaré.

Gracias a tod@s l@s que seguís leyéndome en Scriptoria y, aun notando mi ausencia, continúan comentando mis relatos en este espacio, perdonad si no dispongo de mucho tiempo. Gracias también a l@s que me siguen a través de Facebook y me siguen animando a que continúe perpetrando este maravilloso tormento que es inventar con palabras.

Sigo.

*foto: Una parte de mi colección de Paperblanks y Moleskines

En esta breve extensión de tierra


Piensas en Él

Pulsa play... The Rolling Stones. 'Angie'

Cuatro veces Te Quiero

Yann Tiersen. 'Summer ´78'
―Pues... es eso. Estoy hecho de retazos del pasado, de cosas que se rompieron ― dijo él.
―Yo también.
No importa ¿verdad? Somos nosotros.
―Sí.
―Y es que cuando estoy contigo me gustas en todas tus maneras. Y me acerco a ti y respiro fuerte, y me deshago cuando acabamos, y es como si todo el aire oliera a sexo. Como si me tragase de golpe todo el que ya hemos respirado, con una mezcla de nuestras pieles, sudando. Dura unos segundos pero lo saboreo como si fuese un jodido trozo de eternidad.
―Sí, es... como si nos estuviésemos moviendo siempre juntos, a la vez, como cuando dos imanes están muy cerca...
―Y nunca acaban tocándose.
―Pero bailan juntos.
―Y se esperan.
―Para mí es como si me dieras todo lo que necesito sin pedírtelo. Y nos hemos encontrado ahora, aquí. ¿Dónde has estado todos estos años? preguntó ella.
―Da igual, ya todo me da igual si vas a seguir mirándome así, como cuando lo hacíamos a escondidas, tumbados en la arena, antes de soltarme cuatro veces que me querías.
―No, pero... dime ¿Dónde has estado todos estos años?
―Caminando hacia ti.     

Desenredados


Yann Tiersen. 'La Valse D'Amelie'

Resuello


Debussy. Preludio 'La fille aux cheveux de lin...'
 
He estado imaginando de muchas formas cómo sería todo esto contigo. En una cama. Hablando, comiendo, riéndonos, haciéndonos el amor, follándonos... Imaginando el momento en que ya de madrugada, exhaustos, posáramos nuestras caras, frente a frente, sobre la almohada.

Y tú todavía tendrías fuerzas para contarme cosas
con los ojos cerrados
casi hasta el amanecer
y yo te miraría
y en tus pausas
hablaría de vez en cuando

Los dos
muy cerca
tu cara y mi cara
con la luz apagada o en penumbra
sin tener que despedirnos
ni decirnos adiós

Y tus palabras...
casi no se entenderían
y agotada
acabarías susurrando
dejando caer las sílabas en la almohada
mientras mi mano acaricia tu pelo

... hasta que sólo se oigan los resuellos de nuestra respiración
y nada más.

*Foto de aquí

La Última Carta


 Ella abrió la caja de madera para recuperar la carta sellada. Ya apenas recordaba los detalles, pero sí la única vez que la leyó. Fue así:

Ocurrió en una noche de invierno, tras perderse ella en la cama, con él. En aquella ocasión las sábanas se les enredaron tanto que sus cuerpos exhaustos parecieron flotar inermes, el uno junto al otro, como atrapados en una gigantesca tela de araña, víctimas del sudor que supuraron sus cuerpos acariciados.

Entonces él alargó un brazo y tomó de su bolsa la carta lacrada. Cuando ella vio el sello le pidió que la abriese sin romperlo. Y él desdobló los pliegos de tal forma que consiguió abrirlos sin perturbar el cierre. Ella la leyó, al acabar la depositó sobre la cama y los hilos que les mantenían atrapados se deshacieron.

Y sus cuerpos volvieron a encontrarse bajo la tormenta.

Horas más tarde ella dormía cuando él tomó la carta. Dobló los pliegos y la depositó dentro de la caja de madera del tocador, se vistió y bajó por las escaleras, se montó en su coche y condujo por la calle de aquel maldito semáforo. El disco rojo se iluminó y transcurrió una vida entera para los dos.


Este es el tercer y último jodido 'Poema Rock' que te escribo

Pulsa play, son los Guns con 'November Rain'
 
Si quieres leer el primer 'Poema Rock' pulsa aquí. Y si quieres leer el segundo... aquí

Este es el segundo jodido 'Poema Rock' que te escribo

Pulsa play, son los Guns con su versión de 'Since I Don´t Have You'
 
Si quieres leer el primer 'Poema Rock' pulsa aquí

Negro Sueño sobre mi Cuerpo

Marilyn Manson - Sweet Dreams

Aquel oráculo lo vaticinó: moriré mañana, 25 de mayo de 2012. Y aquí estoy, después de haber atravesado la llanura de los Unicornios de Crines Rojas y haberles vencido, he llegado a la ciudad donde naciste. Estaba desierta, crucé la avenida plagada de vehículos abandonados, arrastrando los pies, como si fuese un zombi milenario, y me adentré en el parque. Al otro lado estaba tu casa.

Seguí caminando y oí crujidos bajo mis pies. Me detuve y miré al suelo, estaba ante una gigantesca colonia de caracoles babeantes y desesperados. Me hinqué de rodillas y al menos aplasté una docena de ellos. Apoyé mis manos sobre el asfalto y comenzaron a subir, a lamentos, por mis brazos. Ahora cientos de ellos están a salvo. Han venido conmigo. Abre. Estamos ante tu puerta. También he traído al cerdo vietnamita del gobierno. Huele a sangre derramada de mi cabeza. Abre, joder.

Abre, nena. No hay tiempo.

*foto de aquí

Viciado de Ti


Voy a seguir haciéndolo cada vez que me apetezca: contemplarte desde atrás. Como aquella vez que me crucé de brazos y me apoyé en la puerta de tu cocina mientras tú, de espaldas a mí, cortabas aquellos tomates sobre la encimera.

Entonces no pude soportarlo más, me acerqué en silencio y, poniendo mis labios sobre tu nuca, espiré mi aliento y te rodeé con mis manos hasta alcanzar tus pechos, los acaricié por encima de tu camiseta, los apreté con el ímpetu y la esperanza de haber encontrado el último refugio de este puñetero planeta... en esa parte de tu cuerpo. Tú echaste la cabeza hacia atrás, yo besé tu cuello, luego cerraste los ojos y te mordiste el labio inferior, en una de tus manos temblaba la hoja del cuchillo; en la otra sostenías un tomate, rajado, abierto. Dejaste caer todo en el fregadero y el jugo comenzó a resbalar por tus dedos. Te di la vuelta y tu boca quedó a milímetros de la mía. Entonces te subí a la encimera y, antes de comenzar mi festín, lamí de tus dedos la savia fresca.

Mi boca aún tiene sed. Tómalo como una amenaza, porque voy a seguir haciéndolo cada vez que me apetezca: contemplarte desde atrás. Porque te vicio, porque me vicias.

*foto de aquí

Como si una lágrima pudiese atravesar una roca lunar

Chopin - Nocturne in C-sharp minor, Op. post. No. 20.

―¿Qué te pasa? ―preguntó ella poniendo una mano sobre la suya.
―No... no lo sé ―dijo él soltando sobre el plato la taza de café.
―Desde que despertamos has estado muy callado, como si quisieras decirme algo.
Y le volvió a sonreír.
―Es... Es... todo esto ―comenzó él―. Estos días en esta casa, lejos de todo. Este desayuno en el jardín. Esta... esta paz, esta luz.
―Sí, es...
―Es como si hasta una lágrima pudiese atravesar una roca lunar.
―Sí ―sonrió.
―Dime que hay otra persona, dímelo, aunque no sea así.
―Pero... ¿por qué? ―preguntó extrañada.
―Porque sólo nos quedan un par de horas, porque me estoy enamorando de ti.

*foto de aquí.

Este es el primer jodido 'Poema Rock' que te escribo


Pulsa play, son los Guns con su Estranged.

Al Respirar

 
Escucha a Vetusta Morla, su tema da título a este micro. Ya me gustaría a mí escribir una letra así.

... Y llegaste con tu vestido negro, difusa, y me rompiste la noche.

Y al respirar no supe manejarme, porque los escritores que vivimos en la sombra solemos tener siempre las manos frías y los labios calientes, pero durante los segundos que estuve frente a ti, antes de marcharme, mis manos fueron como el fuego, y mi boca cristalizó en azul, como ocurre en ocasiones con las partículas de hielo. Y fui roca, e intenté no respirar, y, sin quererlo, esclavicé en mi lengua el beso que te quise dar. Y como sólo creo en mí, y en ti, no le rezaré a ningún dios para que no pase otro mes en blanco sin volverte a ver.

Caminaré hacia ti sin ahogarme.

Y desapareciste tras tu puerta, soñolienta. Y yo, difuso, escribí tu nombre en la rotura de la noche. 


*foto de aquí

Bajo esta invasión de nubes blancas te entierro

Escucha a Amy Winehouse y su You Know I'm No Good. Ah, y la foto es mía, he cometido la soberbia de usarla para esta historia.


Todavía recuerdo la noche en que te vi salir del Sweet Basil. Me había llevado horas esperándote, paseando como una loca por el borde de la playa, hasta que el viento comenzó a hacerse dueño de las palmeras, hasta que a los camaleones de tus cuentos le salieron cuernos.

Desesperada, esperé hasta que en una de esas cientos de veces que se abrió la puerta del pub apareciste tú, a ritmo de jazz, con la camisa blanca desabrochada y la chaqueta negra al hombro, con tu piel tostada por el sol, de una forma escandalosa, insultante. Apareciste como... como un auténtico seductor de cine de los años cuarenta. Hijo de puta.

Dejé caer el trozo de cristal y todavía tuve fuerzas para abandonar la playa, romper la fila de palmeras e irrumpir en tu mundo de luces y plásticos. Sonreí y, antes de derrumbarme, te mostré mi muñeca ensangrentada. Desperté a la mañana siguiente en una habitación tan blanca que dolía mirarla, como a mí. Estabas a los pies de mi cama y tu camisa manchada me seguía oliendo más a las bocas de otras que a mi propia sangre derramada.

Lo pagaste.

Nadie averiguará jamás que te olvidé justo bajo aquellas nubes blancas que surcaron el jueves pasado nuestra playa. 

De mi puño (XV): Quiero

Haz click en la imagen para verla a mayor tamaño

Hora Perdida en tu Pelvis


Pulsa play y escucha al gran Django Reinhardt tocando September Song
 
―Me gustan los tres segundos antes de que un beso nazca, que acerques tus labios a un centímetro de los míos, tanto que me pueda comer tu aliento, pero que al final no haya beso, no todavía, que sea... como saborearlo sin que exista, que sea...
―Una pequeña tortura ― dijo ella.
―Sí, justo eso. Me gusta enredar los dedos en tus cabellos, pasar mis yemas por tu espalda tumbada, de lado, mientras todo está en penumbra y en silencio. Hundir mi nariz en tu nuca y aspirar todo lo que llevas dentro. Pasarte un brazo por encima y dejar caer mi mano por tus caderas.
―Quiero eso.
―Encontrar un doblez entre tu pelvis y el comienzo de tu muslo, y recrearme en él, matártelo a caricias; bajar con mi boca por tu cuello hasta el precipicio de tu hombro y acabar besándolo, suave, como se toca la seda, o como se siente tu respiración cuando duermes. Mi mano buscará entonces el interior de tu muslo y abrirá el hueco que necesito para meterme bajo tus sábanas, y...
―Para.
―Y no sabremos donde empieza una piel y acaba un deseo.
―Para.

Entonces todo quedó de nuevo en silencio y el reloj pasó de las 1:59 a las 3:00. Perdieron una hora justa.

―Quítate la ropa ― dijo él. Tenía hambre por recuperarla.


Mis Centímetros Favoritos de tu Piel

Pulsa Play y oirás... - Gardens in the Rain - Claude Debussy

Siempre haces lo mismo. Te vas, y yo me quedo encerrado en el escritorio de tu casa, solo, vomitando todo lo que llevo dentro, directo a las teclas, golpeándolas con fuerza, a veces no tanto, a veces deposito los dedos sobre ellas, suaves, como si fuesen las negras de un piano al final de una polonaise de Chopin, como si estuviera tocando con ellos mis centímetros favoritos de tu piel. 

Siempre haces lo mismo. Te vas y me dejas solo de noche. Escribiendo. Esperando tu regreso. Y a las tantas de la madrugada, cuando ya las cigarras se han quedado sordas y el silencio es como una fina capa de menta y chocolate, oigo tus llaves. Entras, a oscuras, y rompes esa capa, y te detienes en el pasillo, sin decir nada. Entonces me miras. Y lo vuelvo a ver en tus ojos, vienes con dos copas de más, casi desmaquillada y con el pelo alborotado. Vienes como eres, como me gusta, con ese ronronear... Vienes con tu coño hambriento de orgasmos.

Te acercas, me acercas la catedral de tu cuerpo. Te subes el vestido y en dos movimientos te quitas las bragas. Te sientas sobre mí, a horcajadas, y tus brazos comienzan a rodear mi cuello. Entonces llevo mis dedos a tu boca, comes, luego los hago descender, y como de ti. Te comen. Entera. Comenzando por mis centímetros favoritos de tu piel.

Luego te tumbo sobre el escritorio y sigo escribiendo de forma frenética, sobre ti. Esta noche va a ser larga.

Siempre haces lo mismo. Te vas... y vienes así. Nunca dejes de hacerlo. Me atrapas.

De mi puño (XIV): Juego

Rojo Lucifer

 
Cada vez que voy a circular con mi coche por la calle más ancha del centro del pueblo suplico en silencio para no tener que parar ante el semáforo de la próxima intersección. El condenado disco verde permanece sólo unos segundos, y cambia a ámbar demasiado rápido.

El asunto es que cada vez que emboco la calle dirijo la vista al horizonte, si veo que el disco está verde acelero al máximo pero... siempre acabo maldiciendo, dándome por vencido, porque cuando llego a su altura el semáforo ya ha cambiado a rojo.

Casi siempre me lo hace cuando me quedan unos metros para sobrepasarlo. Entonces detengo mi coche y la eternidad se cierne sobre mí. Y no te haces a la idea de lo que supone eso, porque todo ese tiempo me quedo pensando en ti, en aquella vez que reíamos y me puse serio, de repente, y te miré de cerca, a tus ojos, y desfiguré tu sonrisa, besándote y metiéndote dos dedos en la boca.

Quiero que sepas que no voy a dejar de conducir por esa calle.

*foto de aquí.

Niebla en Despertar Imperfecto


Pulsa Play y oirás a Chopin - Op. 55 - No. 1 In F

Abrí los ojos cuando dieron las seis. Siempre despierto a horas en punto...
...pero no hay relojes que marquen mi ritmo, los destrocé todos hace tiempo. Bueno, casi. Creí estrujarlos con mis propias manos como se hace trizas un pedazo de pan crujiente con la forma de un dodecaedro. Pero no, algunos han sobrevivido, por eso sigo escribiendo.

Desperté y había niebla en el mar. Me gusta la niebla porque nos hace parecer diferentes, porque parece que más allá de ella no habrá nada, porque parece que el mundo se apaga.

Me vestí, salí y me adentré en ella, blanca, me detuve a orillas del mar quieto. Olía a ti cuando duermes. Tomé una foto y deposité un recuerdo. Luego monté en mi coche y conduje, solo, sin luces, a poca velocidad. Con la niebla la carretera parecía morir diez metros por delante y las señales de tráfico parecían derretirse a mi paso, como gigantescas piruletas de metal.

Me detuve al cabo de unos kilómetros, estaba al borde del precipicio.

Todavía sigo teniendo ganas de comerte los besos.

*Nota: Rompiendo Relojes es... un nuevo cuaderno para Scriptoria, no sé cuánto durará ni adónde va a llegar. En realidad... ¿qué más da?
*foto de aquí.

Rompiendo Relojes y Liberando Cupidos


En ocasiones uno se cree tan invencible que a veces tiene que entrar desnudo en el mar embravecido y frío y perder esa batalla para volver a demostrarse que no es nadie.

El tronco de leña crujió una vez más, envuelto en el fuego de la chimenea, y entonces él dijo:

- El tiempo aquí, en esta habitación, transcurre como en el cuento que escribí, lento, como el crepitar de la leña.
- ¿Escribiste eso en un cuento? - preguntó ella sonriendo desde el otro lado del sofá.
- Sí.
- ¿Me lo lees?

Y eso hizo, y al acabar... él tomó entre sus manos los pies desnudos de ella y comenzó a escribir unas palabras mudas, lo hizo lento, como dando un masaje con la yema de sus dedos.

Tan lento como el crepitar de la leña, o como caen en invierno las hojas de un calendario de pared. Para entonces ella era sueño vuelto realidad, demasiado única para dejarla escapar.

*foto de aquí

No volverás a matar ángeles


Llevas una semana preparando esta noche. Comenzaste probándote el vestido negro que llevabas en tu primera cita. Entonces era perfecto, ahora también lo es. Apenas has cambiado. Un par de zapatos nuevos y un poco de maquillaje harán el resto. El pelo suelto, como a él le gusta.

La mesa, sencilla: dos velas, unas flores, el mantel blanco que guardas desde vuestro primer aniversario y la misma sonrisa que le regalas todas las noches. No te hace falta ensayarla, siempre ha sido así. Está todo listo. La comida en el horno y tú esperando a la mesa. Oyes las llaves, la puerta se abre y él entra. A dos metros de ti se para y te dice que está muy cansado, que ha sido uno de sus peores días. Se va a acostar. Por un momento intentas atraer su atención pero... sabes que no merecerá la pena. Oyes la puerta del baño primero, minutos más tarde la de tu dormitorio.

Y ahí estás, acordándote de cómo érais hace años. El silencio te come, el recuerdo te acecha, el deseo te puede, así que llevas la mano a tu pierna y te subes el vestido, apartas tus bragas y comienzas a masturbarte. Lo haces ahí, sentada a la mesa donde tantas veces le has puesto el desayuno a tus hijos, esta noche duermen con tu madre. Los pliegues de tu sexo son como pequeñas hojas de un libro cuyo contenido conoces a la perfección. Tus dedos te leen ansiosos y no tardan en empaparse, tus ojos se cierran y un minuto más tarde el aire que exhalas al correrte seca tu boca de golpe.

Ya no te quedan lágrimas.

*foto de aquí

De mi puño (XIII): Aniversario

De mi puño (XII): Desempolvando palabras


 Ando inmerso en la escritura de mi novela El lamentable descenso de Henry Norton, de modo que si antes tenía poco tiempo... ahora los minutos corren 'bajo cero'.

De mi puño (XI): Harto

En el País de la Tarta de Chocolate

Pulsa Play y oirás a Chopin - Waltz in C#, Op. 64, No. 2

...Y entooonces la princesa saltó desde el borde de la ventana y cayó sobre su caballo, que la esperaba junto a la torre. Quería dejar atrás el castillo del malvado tirano Habichuelo y su País de las Lentejas Quemadas.

-¿Sí?

Sí, porque a la princesa le gustaban las lentejas, mmm... ¡qué ricaaas!

- Qué icooo

Claro que sí, le gustaban... pero quemadas... quemadas nooo... y como la princesa se bastaba ella sola no necesitaba que ningún hombre, ni príncipe ni nadie, viniera a rescatarla, tenía su propio caballo rosa de crines de colores, que comenzó a cabalgar muyyy rápido.

- Iiiiiiiiiii, iiiiii...

Así hacía mientras galopaba, y para no caerse de los lomos de su caballo la princesa se agarró a los pelos de colores del animal, y a cada trote sus patas resonaban como las teclas de un piano, tiri, piti, titi...

- Ti, ti, ti, ti...

Y, tras una hora... al fin pudieron divisar las torres del País de la Tarta de Chocolateee, donde la esperaban sus...

(Vamooos)

Hala... a soplar :)

*foto de aquí

De mi puño (X): El expendedor

Historia de Amor en Dos Minutos


 
(Pulsa play. Yves Montand - Les Feuilles Mortes)

A la salida del parque comenzó a llover con fuerza, la multitud se apiñó bajo la visera que marcaba el final del recinto.

- Voy a perder mi autobús - pensaste en voz alta.

Te miré, eras más alta que yo, pero aquellas palabras te hicieron diminuta, como si fueras una esfera de un milímetro de luz que se apagaba en la palma de mi mano. Melancólica, fijaste tus ojos al final de la cuesta, como si quisieras traerte la calle entera. Saqué el mapa doblado del bolsillo de mi abrigo y lo extendí por encima de mi cabeza. Me acerqué a ti y compartí la mitad del pliego contigo, ahora estábamos bajo la ciudad. Me miraste. Sonreiste. Sonreí.

- ¿Vamos? - pregunté.

Arrancamos a paso rápido, bajando la cuesta, y las gotas de lluvia golpeaban con estrépito en el mapa, como queriendo traspasarlo y arrastrar sobre nuestros cabellos la tinta de las notas que yo había tomado.

- Se romperá, el agua romperá tu mapa - dijiste entre risas mientras seguíamos caminando.
- No lo hará. Corre.

Y acabamos llegando a tu parada. Agaché la cabeza y mis ojos quedaron a la altura de tus labios, para mí era el suicidio perfecto. Exhalaste lo que a mí me pareció un beso, lo perdí, y en ese instante llegó tu autobús y, sin mirarme, subiste a él susurrando un gracias que acabó resbalando por mi mapa. Bajo la lluvia presencié cómo te alejabas.

Un mundo y medio después todavía te recuerdo.

*foto de aquí.