... Y la chica regresaba al bosque a oír historias, a veces nevaba, a veces llovía, y en aquellas tardes sus ojos se volvían de un gris tan claro que en ocasiones parecían blancos.

-Piedra y la chica de ojos azules-

La Pieza de Tetris

 
Mientras recordaba a las mujeres que habían pasado por su vida iba colocando las piezas que aparecían por la parte superior de la pantalla. Algunas las giraba presionando un botón hasta colocarlas en la posición que quería, otras no, a otras sólo había que empujarlas con la palanca de mando, o dejarlas caer para que ocupasen el lugar que él había elegido para ellas, como hizo con sus mujeres.

Por una vez la pantalla no le mostró cómo sería la siguiente pieza del juego. Se quedó esperando, expectante. La nueva pieza que apareció ante sí era distinta a todas las que el ordenador tenía programadas. Era una pieza con multitud de puntas, algunas incluso ondulaban, cambiantes. Al verla, una gota de sudor se deslizó por su frente. Abandonó los mandos de la máquina y salió del salón de juegos antes de que el rótulo Game Over apareciera en pantalla.

Aquella extraña pieza... era él.

-.-
Por motivos ajenos a la plantilla del blog el diseño no se visualiza bien en Internet Explorer, de modo que recomiendo el uso de Firefox o Google Chrome en sus últimas versiones :)

*foto de aquí

De mi puño (IX): Él

Tengo que empezar seriamente en aprender a escribir. Los últimos micros de mi puño que estoy sacando a relucir no son gran cosa precisamente.

De mi puño (VIII): Ella

Como en un mar eterno


 
(Pulsa play. Hanna - Como en un mar eterno)
 
Volviste a mi casa vestida de invierno. Habíamos cambiado. Entre tú y yo se extendía mi cama.

-Quítate la ropa - te dije.
Permaneciste en silencio.

-Quítatela. En la cama hay que entrar como en el mar, sin pendientes, sin anillos ni maquillaje alguno, con tu pelo suelto. Quítatela toda.

Sin dejar de mirarme lo hiciste. Lenta, te desprendiste de tu bufanda y dejaste caer cada prenda en el suelo, como si cada una hubiese tenido por siempre su propio lugar, definido sobre la tarima de madera, y ahora hubiesen regresado a ella. Luego entraste en el mar de mis sábanas como una niña perdida en un bosque gobernado por las brumas. Una vez dentro te llevaste un cigarrillo a la boca, alargué mi mano y te lo arranqué de los labios.

-Ahora no - dije tirándolo al suelo-. Más tarde, luego será tu historia.

Sin desvestirme me incliné sobre ti y comencé la noche comiéndote la boca. Horas más tarde nuestros cuerpos seguían ardiendo. Tú dormías. Yo escribía una historia en mi cuaderno, me faltó papel y me sobraba tinta negra. De un solo movimiento te destapé completa. La sábana cayó al suelo de los pies de la cama como un gigantesco pétalo, dejando al descubierto la blancura de tu cuerpo. Dormías de lado. Acerqué mi pluma a tu hombro y comencé a escribir las últimas palabras de mi historia.

Cuando despertaste eras una mujer diferente. Eras mi mujer de cuento, desde el hombro hasta el empeine de tu pie izquierdo.