... Y la chica regresaba al bosque a oír historias, a veces nevaba, a veces llovía, y en aquellas tardes sus ojos se volvían de un gris tan claro que en ocasiones parecían blancos.

-Piedra y la chica de ojos azules-

A Intervalos Inconexos


"Me he guardado tantas caricias dentro que ya no logro identificarlas en el mapa de mi cuerpo. He inventado en tantas noches solitarias tus manos sobre mis pechos que, ahora, cada uno de tus alientos me sabe al perfume que desprende tu boca en torno a mi sexo.

Quiero que me tumbes debajo de ti, que esparzas ante mí el cajón de tus juegos, que me ames y que me folles mientras me miras a los ojos y nos perdemos en nuestros anhelos... temblando de ti mi piel, temblando tus segundos en el tic tac de mis besos.

A jadeos.
Ámame y fóllame, a jadeos, a intervalos inconexos.

Bébete mis ganas de tenerte dentro, que yo me comeré tus ansias de morder mis senos cuando mis pezones se endurezcan con el roce de tus dedos y tu polla ereccione mi deseo de correrme contigo, los dos, al mismo tiempo...
... tú conmigo, yo conmigo... egoístas...
... yo extasiada, tú inmenso."

A Su Aire


Música: Yann Tiersen - Amelie Poulain

Subo por la calle Sacramento, hilando a hilos finos mis cabellos. Y su perfume renueva la soledad de mi libreta que tiembla a destiempo... en el bolsillo abotonado de mi abrigo. Y pienso:
"Aún no la ha tocado".

Aunque yo imagino sus dedos, blancos, tiernos, pasar por sus hojas tintadas de negro. Escribir una curva, un punto, un algo que me parezca imperecedero... que se quede para mí en el papel de los sueños.
... y navego, pero sin tocar su mundo.

Y subo callado por la calle Sacramento, rodeado de personas que bailan y gritan, pero a mí me parece que duermen un sueño impertérrito de serpentinas de colores que lloran del cielo, recortadas con la punta de los dedos.

Miro a mi izquierda y en una mesa han dejado un café abandonado, y pienso:
"Hace mucho que el dulzor de mi lengua no muere en la sed de un regazo".

Y siento mi soledad más alta que mi cabeza, a tres metros por encima, donde suelen revivir y desaparecer, tan rápido... mis llantos.
"Hay una vida de niña tras la sonrisa que pervive en sus labios".

Me paro y me duermo.... e imagino sus dedos garabatear en un blanco tostado una curva, un punto, ese algo imperecedero. Abro los ojos y leo a escondidas lo que me han dejado sus manos...

... su nombre.

*foto de aquí.

Huellas Borradas


(Esto lo escribí hace más de un año, y aconteció hace más de cuatro. Es para mi amigo Sergio, que se asoma en silencio a un borde de este Escritorio, de vez en cuando)

"Hace tiempo me encontré con un amigo en una playa, entre Conil y Chiclana. Cuando digo esto no me refiero a que decidimos vernos en aquel lugar. Quiero decir que hicimos chocar las dudas y los miedos que habíamos ocultado y acumulado durante... bastante tiempo.

- ¿Qué tal lo llevas? Te has quedado en los huesos. Antes tenías... no sé, más cuello - me dice escrutándome de arriba a abajo.
- Ya. Por mucho que como no consigo recuperar mi peso - digo mientras me tumbo en la arena.
- Pero se te ve bien, oye. ¿Cuándo fue la última vez que pisamos juntos la playa?.
- Uf... ya ni me acuerdo de eso ¿Y quién nos iba a decir a ti y a mí que después de tanto tiempo íbamos a poder salir tú y yo solos de noche, por ahí, de copas?.
- Sí - dice mientras se sacude la arena de una pierna -. Ya verás esta noche. Por mucho que lo intentes ninguna te hará caso. Aquí se han vuelto así.

Me río.

- Da igual. Tampoco voy buscando eso ahora - afirmo.

Pasan cinco minutos y estalla:
- Cojones... deberíamos habernos traído una sombrilla. Yo no sé cómo aguantas ahí, tirado en la toalla tanto tiempo.
- Me gusta broncearme. Demos una vuelta por la orilla, anda.
...
- Bueno, ¿y qué vas a hacer ahora?.
- Me quedo en Madrid - digo rotundo.
- Yo también me voy de aquí.
- ¿En serio?.
- Más al norte. Esto está quemado.

Y las olas venían a morir a nuestros pies y se llevaban las huellas que íbamos sembrando en la arena; como limpiando nuestro pasado, lleno de heridas en la piel, un pasado que nos abandonaba y que parecía no servir para mucho.

Seguimos hablando durante un rato y los miedos y las dudas no se transformaban en palabras, sino que se manifestaban de la forma más básica: Con ademanes, con gestos. Continuamos hablando, pero siempre del presente o del futuro inmediato. Nunca de lo que nos había ocurrido a cada uno por separado y, a la vez, seguíamos caminando por la orilla, a pasos cortos y débiles, y nuestras huellas nos seguían desde atrás, borrándose con el ir y venir del morir de las olas. Cada paso que dábamos se perdía entre la sal y la espuma blanca pero...
Ahora me doy cuenta... que incluso perdidos, han quedado marcados en mi memoria."

-.-

Más en el primer comentario

Una Hora fundida en Cuentos

"El anciano caminó a pasos lentos y torpes por la arena fina que el aire de la playa aún se antojaba en remontar en invierno, peinándola primero.
El cielo se había tornado de un celeste que el mar tranquilo devolvía plomizo, como en los días en que ella se fue de él. Hacía tanto... pero él lo recordaba como su ayer.

... los días de cama, él a su lado, ella durmiendo, un bote de pastillas que ya no hacían efecto, unas lágrimas bebidas por una almohada blanca... y mientras ella se iba él le contaba...

... cuentos
.

Tomó asiento junto a unas piedras, y éstas le miraron boquiabiertas, y exclamaron en silencio:

- ¡Ha vuelto el cuentacuentos!.

Y se arremolinaron en torno a él, sin moverse, porque eran piedras con alma pero sin pies.

Entonces el anciano abrió un libro de tapas de seda, un libro que olía a sábanas calientes al amanecer.

Y sobre él puso el tiempo de bolsillo de su primer aniversario. Sin cadena, porque al tiempo no se le puede atar.
Aún marcaba las horas.

tic tac, tic tac...

Entonces comenzó a leer y las manecillas comenzaron a girar, vertiginosas, y el reloj se empezó a fundir con las hojas: el metal cobrizo se diluyó entre el papel, como mercurio líquido, los números se dieron la vuelta y se engancharon en las palabras impresas, las ruedas dentadas se clavaron en las historias jamás narradas, la esfera blanca se elevó al cielo, como un alma alada, y las manecillas acabaron durmiendo sus sueños en dos de tus miradas.

tic tac, tic tac, tic tac...

Y todo dejó de sonar, ni sus palabras hablaban ni las horas, ni el cielo en sus ojos... ni las olas.
Sólo una de las piedras, la más joven, la más pequeña, la que aún no comprendía el transcurrir del tiempo... dijo en un susurro silencioso:
- ¡Ha vuelto el cuentacuentos! ¡Ha vuelto el cuentacuentos!"

*foto de aquí

Dame tu mano...


*foto de aquí
-.-

Chissst... silencio...
Gracias a todos.

Ondinas

Recomiendo leer este relato con esta música de fondo.

"Si le das a un niño pequeño una caja de lápices de colores y le dices que pinte el mar cogerá el lápiz azul de tonalidad más dulce que encuentre y pintará una masa de agua de líneas inciertas, como embravecidas desde el punto muerto de un descanso vespertino. Eso si ha visto alguna vez el mar, si no lo ha visto no sabrá qué color coger.

Si le dices que pinte ese mar de noche lo hará con el lápiz azul más oscuro de la caja y usará el lápiz de plata para el caminar de la luna sobre las aguas.

El mar es así porque la luz del cielo se refleja en él. Siempre.

Pero yo os juro que a veces el mar es de color verde, como el brillo de la hierba de los campos que nunca han visto la playa. Y cuando ocurre eso el cielo cambia. El viento enmudece en las palmeras y las piedras hablan, y unas olas afiladas con cuchillo de plata cabalgan hacia la playa buscando unos besos empapados de la sal que yo perdí en unas cuantas huellas de arena mojada.

Y en los ecos de un canto olvidado, entre la espuma y las algas, levitan ellas bajo las aguas. Ondinas risueñas de cabellos negros que ocultan sus pechos salados y brillantes en los huecos de unas conchas de porcelana jaspeada. Y de sus colas de pez cuelgan collares de caracolas lacradas con tequieros sin fin en noches de almohada.

Sólo cuando el mar se torna verde puedes ver una mancha de algas sobre la superficie que navega a la deriva de mi pasado presente. Luego desaparece en la bajamar de mi sentido del tacto olvidado, sobre una barca de principios de verano con hilos de seda volcados.

Pero si pones atención verás que no es una mancha de algas lo que flota sobre las aguas. Son los cabellos de las sirenas, que han venido hasta la orilla dorada y han reservado un lugar para ti entre sus collares de caracolas colgantes y un banco de peces de plata.

Se asoman, sonríen, yo abro mi pecho... y ellas te acercan un gramo de aliento de mi alma."

*foto: Mermaids (Whitefish). Gustav Klimt. 1899. Oil on Canvas. Zentralsparkasse, Vienna.

Ayudadme...

creo que mi pluma se está muriend


*foto de aquí

El Tiempo Helicoidal


"La soledad sólo es una etapa. Una etapa durante la que se camina entre espirales de amores que perviven en horas durmientes, varadas."

Eso fue lo que escribí para empezar una nueva libreta de tapas negras. Me había sentado en uno de los cafés que frecuento algunas tardes y, mientras daba los últimos sorbos al poso de mis recuerdos, alcé la vista y la vi: La esfera helicoidal... donde las horas parecían marcar un tiempo infinito para amar. Traté de averiguar la hora, pero las manecillas no paraban de dar vueltas, apuntando desde mi plexo al costado, y viceversa.

Y se hicieron un nudo entre ellas, porque el minutero se detuvo en tu encanto y el segundero cayó muerto en mi ausencia.

Con el sonido cadencioso del reloj sentí un ahogo entre tu risa y mis lágrimas de tristeza.

- ¿Qué hora es? - le pregunté a la chica que recogía mi taza de café.
- Son las... - y miró el reloj helicoidal y se quedó congelada, como muerta.

La miré y se convirtió en una estatua de piedra que el viento de un solsticio venidero barrió sin contemplación, como la arena del desierto hizo con tus miradas las veces que coincidimos.

Mi pluma cayó muerta por un filo de la mesa, y el papel de la libreta marchitó en tostado la definición de soledad que yo había escrito al comienzo de esa tarde de nubes dispersas. Me armé de valor y miré al reloj de frente. Sobre él un camaleón negro dormitaba enroscado en mi tiempo, sonriendo.

- Quizás no sea demasiado tarde. Tengo que lacrar una carta para ella - me dije.

Cogí mi abrigo y salí de allí sin mediar más palabras. Y no vi que el reloj marcaba unos abrazos en punto y un beso tuyo con sabor a sueño a menos cuarto. Afuera, el viento ya comenzaba a hacerse dueño de algo indefinido que reposaba junto a las buganvillas y lavandas.

-.-

Este cuento formará parte de un nuevo grupo de cuentos relacionados con relojes y el paso (o no) del tiempo. Los cuentos formarán parte del Relatario de Scriptoria y, aunque no tendrán nada que ver entre ellos, pongo una guía en la barra lateral con tres relatos que ya forman parte de esta nueva serie, titulada: Dodecaedro.

¿Quieres saber el porqué de este Tiempo Helicoidal? ¿Quién es el protagonista? ¿Por qué surge esta idea y de dónde viene... o dónde va?... Lee el primer comentario.

Diario de un Zombi


"Una mañana te levantas temprano, besas a tu mujer, abrazas a tus hijos, respiras y te sientes muy vivo.
Y de repente, delante de un médico, te mueres viviendo."

No, esto... ni lo he escrito yo ni es un relato o el comienzo de un cuento.
Es como empieza la primera entrada de un diario.

Es la vida real.

No voy a explicar de qué va Diario de un Zombi. Os pido que entréis y leáis a un amigo.
He cerrado comentarios a esta entrada porque... me vais a perdonar... pero hoy, a mí, no me hacen falta.

Os lo agradezco.
Y a ti, Rober, ánimo :) Coge tu escudo y tu lanza... y a la batalla.

* la foto la he tomado prestada de aquí

Mi Huerto de Besos


"Tengo un huerto al viento fresco de poniente,
en él sembré unas palabras de amor que el borde de mi boca no pudo retener...
... Llorándote.

Un día volví,
y
en el huerto habían florecido mis cuentos en hojas blancas bailando al viento.
Las acogí en mi pecho y me supieron a los sueños que te guardaste...
... Despidiéndote.

Y cada noche los arropo a caricias... los cuentos, tus besos,
y, cada día, los vuelvo a soñar despierto...
... Inventándote.

No sé si fuiste tú la que te llevaste mis besos y los convertiste en tus sueños.
No sé si tú sigues soñando con el sabor de mis cuentos...
... Imaginándome.

Yo te amo. Yo te sueño... escribo cuentos y sigo a besos...
... Sembrándote.
"

*foto de aquí

-.-

Lee cómo y cuándo nace esto... en el primer comentario.