"¿Qué tal está? Veo que bien, se le ve muy bien ¿verdad, chicos?. Sí, claro que sí. Es tarde,
padre, y no debería usted caminar por aquí tan tarde ¿sabe?. Ah, que busca a su hija... Bueno, entonces se entiende que ande por ahí a altas horas de la madrugada. Todo el pueblo sabía que era su hija ¿sabe?. Eso ya no era ningún secreto... pero para Ray sí, era nuevo en el pueblo.
¿
Se acuerda de Ray,
padre? Hace un mes pasó por el altar de su
casa. Sin dedos y con la cabeza hecha papilla. Era nuestro
hermano, ¿sabe?. No se asuste,
padre. Voy a ser muy rápido. Jesse le va a tapar la boca con cinta adhesiva, odio que griten y que me interrumpan en mi trabajo ¿sabe?. Míreme de frente,
padre, escuche:
"Quiero que apeste a miedo".
Oh, por favor, no sea ridículo. No llore. Túmbese en la acera, junto a la verja. Está fría y mojada, lo sé. Deje de gimotear, sea un hombre. ¿Dónde está su Dios ahora?. ¿Dónde?. Chicos, sostenedle la cabeza. ¿Ve este sacacorchos, padre? Es para sus ojos. Sólo la punta, no tema, ni siquiera se los voy a sacar... pero los voy a dejar como si fuesen bombones derretidos en una caja.
...
Muy bien, padre, apenas ha gritado. ¿Ve algo?. ¿Cuántos dedos tengo aquí,? ¿eh?, ¿eh?. Uy, ¿no sabe contar?. Pues réceme algo, anda... no sé, un salmo, una oda de aquellas que solía cantar sonriendo. Jack, tráeme la Biblia. Jesse, bájale los pantalones.
Oiga esto,
padre: Isaías 6:8. ¡Vaya! Se llama como usted... ¡qué bien!.
"
Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién nos irá? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí".
Le voy a enviar con
su Señor. Así que no debe temer nada. Los chicos le van a quitar la cinta de la boca y van a alimentarle con las páginas de
su Biblia mientras yo le pateo sus partes; con la punta de hierro de mi bota, sí.
...
¿Qué le pasa? ¿Ahora ya no le gusta la Biblia?
Tráguesela. Es la palabra de Dios. Me ha manchado la bota de sangre y
heces. Es un asco, no me refería a esto cuando le dije que apestase a miedo ¿sabe?. Le voy a dar otra tanda de patadas para que lo entienda,
padre. No se está portando como yo esperaba.
...
¿Ha visto usted qué bien lo he hecho? No he dicho ni una sola palabrota, incluso he dicho
heces en lugar de
¡puta mierda de cerdo blanco!, y le he tratado
de usted, con ese mismo respeto que tanto profesaba ante sus feligreses y que tantas veces nos ha inculcado por
nuestras calles del barrio. Por cierto, ¿no buscaba usted a su hija,
padre?... Ven aquí, cariño.
Mírela con
buenos ojos,
buen hombre. Le trae una cruz muy afilada y una corona de espinas de regalo. ¿Sabe una cosa?... Debió usted lavar mejor aquella sotana.
Todo tuyo, encanto.